jueves, 31 de diciembre de 2015



LA MARCHA RADETZKY

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La primera vez que escuché el Concierto de Año Nuevo por la tele, y vi cómo los vieneses y sus invitados daban palmas acompañando el ritmo de esta marcha, quedé sorprendido al notar que era verdad eso de que todos llevamos un niño dentro.

Otra vez le oí decir a un conocido que nunca oyó nombrar a ese músico salvo por la famosa marcha desconociendo, claro está, que el autor de la misma no era Radetzky sino el papá de los Strauss.

Radetzky era un mariscal austríaco que luchó denodadamente en el norte de Italia cuando la revolución, allá por la mitad del siglo XIX y, en cuyo honor, Johann Strauss I compuso esta marcha.

En el vídeo adjunto, se ve como Barenboim manda callar al público que, ya a los primeros compases, no puede contenerse y desea explotar llevando el compás como si fuesen los indisciplinados alumnos de una clase cualquiera.

Menos mal que la autoridad del director hace que todo se reconduzca y sigan las pautas fijadas ¿El resultado...? Un éxito total de conjunción, ritmo y compás.

También es grato comprobar cómo ilustres financieros, doctores, empresarios e ingenieros, dejan de lado su profesional seriedad y, con esa alegría de piñatas y fiestas de cumpleaños, se lanzan a dar unas jocosas palmas porque hay que ver, Herr Armando, lo bien que nos lo estamos pasando. 






miércoles, 30 de diciembre de 2015



EN EL PARQUE DEL BAILE

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Hace años, cuando aún había verbenas, el sólo nombrarlas invitaba a que la imaginación se disparara. Verbenas que al llegar la primavera, apagada la tarde, se encendía la noche con un puñado de estrellas.

Recuerdo que en el Parque del Baile, entre los árboles, había un claro donde iban los enamorados a danzar bailones bajo farolillos de todos los colores. Pero Cyd y Fred prefirieron, una vez que dejaron al cochero liándose un peta, pasar de largo y tomar por una asfaltada vereda.

A los lados, los cabezones blancos de aquellas farolas iluminaban con lujuriosa pereza los preciosos pómulos de ella. Entonces, antes de ponerse Cyd a bailar le dijo: Oye Fred, aunque en medio del parque te parezca que no suena la música, es mentira, tú baila a mi paso hasta el final del amor, baila conmigo, mientras frágil me elevas como una rama de olivo.

Entonces él le susurró al oído: Bailaré contigo por entre las cortinas de tus instintos más tiernos, por esos besos robados de tantas y tantas veces escondernos. Quiero que me muestres la belleza de tu amor prohibido después que los espectadores se hayan ido, muéstramela como ese ardiente violín al que fueran mis manos las que arrancaran su bello sonido.

Cyd vestía de blanco, y cuando daba una vuelta entera se le adivinaban arriba de sus muslos unas bragas blancas cintureras mientras él, con sus zapatos bicolor, bailando y disfrutando como si jugara a los médicos siendo su primo hermano, parecía anunciar que ya venía el verano.

Cuentan que esa noche bailaron como jamás lo habían hecho antes, al principio de forma sosegada pero comiéndose la vida con sus miradas. Después, abrazados y girando enlazados tantas y tantas vueltas dieron, que ella jamás hubiera querido bajar de aquella nube de sueños.

Aunque luego, al notar que Fred parecía cansado, le pidió que la llevara hacia el coche de caballos que estaba allí esperando, porque deseaba contemplar más que nada la luna, como si aún la siguiese tomando él por la cintura.




domingo, 6 de diciembre de 2015



ESE BÚHO TAN TIERNO QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO

Rompiendo sobre la playa su ardorosa declaración de amor y de espuma, las olas eyaculaban músicas de Haendel entre los pálidos rayos de la luna.

Entonces, con ella a su lado, desnuda o sin nada de ropa, que me era lo mismo, me puse a contemplar las estrellas que, reflejadas en su boca, salieron a mirarla todas. 


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CAMINANDO A LA VERA DE LAS OLAS

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Me gustaba tanto
la forma como se movía al caminar
que de ella aprendieron las olas del mar.

En las noches de verano cuando,
bajo el azul oscuro de las nubes,
el mar se peinaba su tupé de plata
por la orilla de la playa
iba ella
cual una venus descalza.

Entonces, al escuchar cómo crujía la arena 
a cada paso que daba
y cómo olía el perfume que de su melena
escapaba
disfrutaba yo tanto  
que mi alma se enamoraba
como lo hacía también del salitre 
y de la huella de sus pisadas.


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PREGUNTA

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¿Por qué cada vez con mayor frecuencia  se sienta la mentira en el sillón orejero de la verdad? Es que no hay más que echar una ojeada alrededor, leerla en los periódicos, verla en la tele o escucharla en cualquier emisora.

¿Es que acaso se perdió la elegante costumbre de rrrrepreguntar cuando el político de turno no contesta a lo que se le pregunta y vuelve con esa mentira arrimando de nuevo el ascua a su sardina?




jueves, 3 de diciembre de 2015





PINTURA, MÚSICA Y LITERATURA

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Cuentan que la Literatura se enamoró del Pintor, mientras del Compositor la Pintura hizo lo propio, dejando vía libre a la Música para que bebiera los vientos por el soñado Escritor.

Alguien me dijo también, mientras se tomaba el culín de un vaso de ron, que la Pintura tiene los ojos de azul ultramar cuando se disfraza de marina, sus caderas de sensualidad prendida cuando sestea de sueño retorcida, y una sonrisa esbozada entre una nebulosa de colores, sombras, transparencias y resplandores.

Sin embargo, a mí la que me provoca escalofríos cuando la miro es la Música ¿Se imaginan que un día me hiciera caso? Sería buena señal ¿no? Y es que siento algo especial por ella cuando la escucho muy atento llegar por el pasillo, viniendo del bulevar, con un Beethoven bajo el brazo, en una mano cuarto y mitad de Schubert y en la otra algo de Johannes Brahms.

Pero la literatura también me gusta, además tengo que decir que debe vivir por donde yo vivo pues recuerdo, hace ya unos cuantos años que, al pasar por la plaza, sonando las campanas del reloj, me llamó desde su balcón y, la muy bandida, cuando miraba se escondió. Quizás le daba vergüenza a la muchacha o quien sabe si a lo mejor estaba un poco de guasa.

En esto de los amores tengo también un amigo que debe estar loco de atar por ella, me refiero a la Pintura. Creo que desde entonces parece otra persona, pero para bien, está ahora más sereno, más feliz y se ha hecho más observador pues ahora se fija en cosas en las que antes seguro que no reparaba.

- ¿Pero seré yo capaz de atrapar en mi pupila todos esos pliegues que tiene la cama? – me dijo una mañana.

Yo no le contesté, no quería interrumpirlo, lo dejé hablar, estaba como en trance.

- Sí, pero... ¿y la inigualable belleza de la mujer dormida que parece soñar despierta? Me fijaré bien. Sí, sueños, collares, luces y parasoles. Oye, me gusta esa música que está sonando y ese chelo que parece que está llorando ¿o sólo lo parece? Yo creo que cuando no lo ven se echa una lagrimita ¿Cómo se llama?
- ¿Qué te importa el nombre? ¿Acaso vas a pintar un nombre? - le dije.
Por cierto ¿recuerdas el síndrome de Stendhal - me habló - por el que a muchas personas ganas de llorar le entran, nada más poner los pies en la bella Florencia? 
- Sí, claro que lo recuerdo.
- Debe ser verdad pues alguien en quien confío, por no ser un esteta disfrazado, me dijo que no le llegó a brotar esa lágrima pero que a punto estuvo. Claro que fue de placer.
- A mí me ocurre pero en esa frontera de arpegios y bellos azules, como el pelospunta ése del que tanto hablan los andaluces.
¿Y la luz de esa tarde? ¿Qué interruptor es el que hay que pulsar para encenderla? Me parece de una belleza obscena. 

Entonces yo le dije... 

- Mira ¿te acuerdas de aquella lámpara que tenía en casa y que no iba porque la creía fundida? Bueno, pues después de tanto pensar, esa misma noche lucía.

Pañuelos de seda, telas de transparencias bellas, la mirada en un libro, el soñar que se despierta, descalzos sus pies en la orilla salada de mi tierra. Silencio en la laguna quieta, aromas de romero en la tarde muerta.
En los espejos bucean los recuerdos por entre las miradas y luego la inmensa playa. La lectura de una carta, el abrir una ventana, la barca en el lago, el jarrón eyaculando en el remanso ¡Cómo brilla el mar bajo el sol y cuando se va, la luna! Y el bebé... ¿puede uno pintar una mayor ternura?  
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