martes, 12 de abril de 2016



LA BOTELLA QUE CRUZABA EL FOSO

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Esa tarde, como todas las de aquellas dos semanas y nada más acabar mis clases, me iba corriendo hacia la barandilla del Puente del Cristo, para ver pasar de nuevo una botella que navegando, cabeceaba como un muñeco tentetieso orgullosa de no perder su verticalidad. 

La botella era una Africa Star Beer donde yo había metido una nota en la que declaraba mi especial sentimiento, tirándola después al foso desde el otro puente, el de arcos de la Carretera Nueva, una mañana de domingo.

La idea se me había ocurrido tras una conversación que unos cuantos amigos mantuvimos con Paco Latas, que era la persona que más sabía de corrientes en Ceuta. 

Pues bien, sentados en uno de los bancos de la Glorieta, Paco nos había contado que todos los años, con la primavera en sazón, se producía una corriente marina que, atravesando el Foso en dirección al puerto, giraba por el Muelle Alfau. Entonces, dándole la vuelta al Hacho, bordeaba el Sarchal y las finísimas arenas de la playa de La Peña hasta adentrarse de nuevo en el Foso y así, cíclicamente, durante los 14 días que duraba el prodigio.

Por eso, mientras se producía aquel fenómeno, en esas catorce tardes de primavera, acudía a la barandilla del Puente del Cristo para ver cómo navegaba aquella botella de África Star, cronometrando además cada vuelta que daba.

- Esta es la de las 19,45 más o menos – me decía.

Naturalmente, Sara ignoraba toda aquella historia, hasta que una tarde, a la salida de las clases y mientras charlábamos bajo la pérgola de los kioscos de la Plaza de los Reyes, sin que se diera cuenta, le puse una nota entre las páginas de su libro de matemáticas mientras la distraía con otras cosas como, por ejemplo, desenredarle, despaciosamente, ese bucle de su cabello que le caía siempre sobre el pecho.

Bueno, pues ya de noche, cuando Sara se disponía a hacer aquellos engorrosos problemas de matemáticas, al abrir el libro en su mesa de estudio, encontró allí la nota que yo le había dejado y que exactamente decía...

"Si quieres saber cuánto te quiero, hay por ahí un barquito velero, y si quieres saber cuánto te necesito, entre el Foso y el Hacho, sigue navegando el barquito "

- ¿Pero qué es esto? – se preguntó Sara nada más leer aquella nota mirándola del derecho y del revés - ¡Ay que se me ha vuelto majara este niño! - se dijo sorprendida por no tener ni idea de lo que quería decir ¡Pero mira qué es a veces enrevesado! Sin embargo... me gusta, oye, me gusta lo que me dice.

Al día siguiente, en vez de quedar en la baranda o bajo la pérgola de los kioscos como algunas veces hacíamos, quedamos en vernos en los jardincillos del Puente del Cristo.

- ¿Y eso...?
- ¿Tú no querías que te explicara lo de la nota? pues entonces no faltes. Ah, y sé puntual, por favor o la vamos a tener.
- ¡Huy qué miedo!

Así que a la hora convenida ya estábamos los dos, muy juntos, apoyados sobre la barandilla y ella asaeteándome a preguntas. 

- Pero... ¿te quieres esperar? no seas impaciente, mujer ¡Mira, ahí viene!
- ¿Pero qué es lo que viene?
- Ese barquito velero.

Y mirando hacia el foso, Sara vio cómo, efectivamente, una botella se acercaba insolente cabeceando a buen ritmo arrastrada por la corriente. Entonces le dije...

- Mira, ése es el barquito velero que lleva en sus entrañas una nota que explica la otra que yo te puse en el libro de matemáticas.

Entonces, en aquel callejón marino repintado de oscuridad y de plata donde la luna rielaba cuando unas misteriosas nubes de nuevo no la ocultaban, la botella pasó bajo el puente cabeceando sin pausa,

- ¿Y cuando vuelve a pasar?
- Pues hasta dentro de un buen rato.
- Vale, pero tú avísame con tiempo suficiente que voy a ver qué pone esa nota.
- ¿Pero estás loca? ¿Cómo vas a cogerla?
- ¿Pero qué quieres, que continúe así toda la vida y yo con este sinvivir? Jajajajaja
- Cuando cese la corriente, que por cierto acaba mañana, sabe Dios donde aparecerá, en cualquier lugar desde Algeciras a Estambul...
- Ya... para que pintes de azul sus largas noches de invierno, no te digo...


**************


La noche se había vuelto muy agradable, sentados en esos bancos de los jardincillos, Carlos y Sara, miraban hacia el cielo por la parte en que las dichosas nubes dejaban ver las estrellas. Algunas parecían hablar, otras permanecían calladas.

- ¿Sabes? Dentro de cuarenta o cincuenta años ¿tú que piensas? ¿estaremos juntos? ¿Quizás nos veamos de vez en cuando? ¿o no sabremos absolutamente nada el uno del otro hasta que, una vez inventados los feisbus, la casualidad haga que nos encontremos?

Pero Carlos parecía no prestar atención a lo que Sara le decía mirando ensimismado aquellas luminosas estrellas y pensando... ¿mira que si dentro de un tiempo me da por escribir sobre todo esto? Entonces se volvió hacia Sara y le dijo...

- Faltan unos diez minutos más o menos...
- ¿El qué? ¡Pero cómo no me has avisado antes, por Dios! - Le gritó saliendo a todo meter en dirección al Ángulo.

Hasta que pasados veinte minutos y viendo que no regresaba, Carlos se llegó hasta el espigón que separaba el foso de la playa de El Chorrillo y allí mismo, despojada de su uniforme, con una especie de camisola blanca que la luna acentuaba su blancor, Sara trataba de leer aquella nota, de arriba a abajo empapada y con todo su pelo rezumando agua. Entonces Carlos se dio cuenta de que nunca, nunca, pero absolutamente nunca, ni siquiera en imaginaciones, la había encontrado tan bella.

- ¿Pero qué has hecho, mi niña, cómo estás tan mojada?
- Pues que me he tirado justo cuando la botella pasaba, es que no quería perderme lo que le habías escrito a esa niña tan alocada. Toma la botella para tí que yo me llevaré a casa la nota para leerla más despacio allí.

Sin embargo, fue en ese momento, justo en ese instante cuando Carlos enredado entre las sábanas se despertó de aquel precioso sueño.

- Me ha gustado, mira – se dijo mientras miraba al techo poniendo sus manos por detrás de la nuca.



Tanto le había gustado que aún le parecía oír el rumor del foso. Hasta que al darse la vuelta para el lado de su mesilla de noche, advirtió que, encima de ella, una botella de Africa Star seguía despidiendo aquellos efluvios a luna marina y agua salada, estando Sara tan bellamente empapada, y abrazándola Carlos, fuerte, bajo la madrugada.


  

domingo, 10 de abril de 2016

ESTA MAÑANA HIZO UN POCO DE VIENTO

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Esta mañana, nada más levantarme, me metí en la ducha y, tras desayunar, me he sentado en uno de esos bancos de madera que hay en el Bulevar de las Palabras Olvidadas.

Estaba tan a gusto que me puse a ver flâneriar a la gente pero, por lo visto, a pocos les dio hoy por vagar, por pasear. Quizás porque al levantarse algo de viento, igual temieron quedarse sin paraguas, bolso, pañuelo, pulseras o quién sabe si hasta sin sombrero.

De pronto ha sonado una música. Era una melodía sencilla, pegadiza y muy bonita. Creo recordar que pertenecía a una película de Jacques Tati. Era una peli algo disparatada pero que se veía bastante bien. El título era Mon oncle. Creo que se escribe así, y es que desde que me dejó la Hardy, perdí todo el interés por el francés. Quiero decir... ¡Entiéndaseme, por favor!

Bueno, pues como decía, con imaginación, qué bello llega a ser cualquier cosa ¿verdad? Una felicitación, una frase, una cita y hasta una llamada por teléfono. Como también ocurre viendo y observando estas sencillas imágenes si se les saca su poquito de punta.

A veces es necesario abrir una puerta para que entre la brisa y nos trastoque los recuerdos y esos olvidos que permanecen dormidos.

El pañuelo corre veloz entre los soportales buscando su libertad como un águila multicolor ¿Y qué me dicen de la belleza que surge al deshojar el mango las flores para precipitarlas sobre el charquito de agua? Bonita también la danza del pañuelo y el paraguas alrededor de la farola. 

¡Pobre tortuga! lenta y encima le han colocado un parabrisas opaco. Pero al final, llegar... claro que llegó.




martes, 5 de abril de 2016


UNA TARDE CANTANDO

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A su chica no le importaban los espectáculos, ni la ropa, ni los lugares caros y elegantes, ni siquiera las carreras de coches y el ambiente que en ellas había, tampoco las estrellas de la pantalla con sus encantos y sus sonrisas le entusiasmaban lo más mínimo porque a su chica ¡quién lo diría! lo único que le importaba era él.

Aunque a veces se preguntaba que qué era lo que andaba mal en su chica, porque eso de que fuera él lo único que le importara... Aunque todo esto lo pensaba él sin calibrar lo que disfrutaba ella cuando, al atardecer y junto a la ventana de su habitación, cantaban juntos haciéndole, alguna que otra vez su chico, la segunda y hasta la tercera voz.







¿POR QUÉ CREES QUE TE SAQUÉ A BAILAR?


Acababa de tomarme mi segundo daiquiri cuando vi a una chica que estaba de pie apoyada en la pared. Entonces fijándome en ella me pregunté: ¿Y si la saco a bailar? Pero... ¿y si me dice que no? Pues si me dice que no, me aguanto, tampoco sería la primera vez.

Así que, echándole valor al momento, me fui hacia ella justo en el instante en que la aguja del tocadiscos se deslizó por el surco sonando una bella canción que yo ya había escuchado otras veces.

Se lo pregunté y me dijo que sí con un sólo golpe de sus pestañas pero... con cierto retintín, con un aire de distanciamiento que no acabó de gustarme, como si me perdonara la vida, vamos.

- Si será estúpida - me dije para mis adentros porque otra cosa no, pero a discreto... a discreto yo gano mucho.

Siguió  con cara como de sufrida, aunque ya no me molestó porque creí que eso formaba parte de su estrategia para seducirme. Y entonces, con ese cuajo que la definía, me preguntó

- ¿Por qué me sacaste a bailar?
- Pues porque eres la más bonita de todas las que hay por aquí ¿pasa algo?
- No, si yo lo decía por preguntar. Oye ¿sabes que...? 
- Dime.
- Me gusta la forma en que me rodeas la cintura tan suave pero a la vez tan impulsivo.
- Es que tengo yo el brazo muy largo y tú, como la falda, la cintura muy corta.
- ¿Qué es lo que le pasa a mi falda? ¿estarás de broma, no?
- Naturalmente... que no.
- Pues yo la veo divina, además me hace un culín precioso.
- No si eso está claro ¿por qué crees que te saqué a bailar? pero querrás decir culo porque eso de culín... suena un poco cursi, y lo de trasero... vamos, eso ya linda con lo patético. 
- Oye ¿sabes que no me gustan nada los payasetes?
- Pues mira, a mí me encantan las payasetas que parecen enfadarse y luego miran con ese embrujo. Ahora, si te vas a poner trascendente, lo dejamos y saco a otra. Aunque tenga que arrepentirme el resto de mi vida.
- ¿Por pedirle a otra que baile contigo?
- No, por sacar a otra a bailar no, sino por dejar de hacerlo contigo.
- ¿Es eso cierto?
- Pues claro, no me gusta sufrir ¿no te dije antes que eras la más bonita del baile? ¿O por qué crees que te saqué a bailar?
- Bueno, entonces retiro lo de payasete pero siempre que tú no retires lo de payaseta, eh, pues me ha encantado.
- De acuerdo, no lo retiraré pero, por favor, no te pegues tanto contra mis entretelas que hoy me pasé con el puding de ciruelas.

Y entonces fue cuando, armándose de valor, él le susurró al oído si podía besarle dulcemente las sienes.

- A una mujer jamás se le debe pedir permiso para besarla, se nota que eres primerizo.
- ¿Ah no? Lo digo por si me gusta y luego no tenga fuerzas para dominarme y ya no haya nadie que me pare.
- Pues no, se supone que un hombre debe ser lo suficientemente ducho para saber cuando llegó el momento y todavía más cómo continuar o parar.

Se besaron, al principio muy débilmente, aunque como la estructura del Bolero de Ravel todo fue in crescendo. Entonces, rumorosos y con el pálpito de la soledad ya perdida, se amaron con tanta fruición y deleite que la madrugada los pilló completamente desnudos entre sábanas y almohadas. Momento en que, mirando él hacia un puñado de estrellas que titilaban tras la ventana, musitó

- Desde luego, Silvia, cada vez lo hacemos más difícil.
- Calla, tonto, que si no, no vuelve el hechizo y mañana no podrás hacerte conmigo, de nuevo, el encontradizo.
- Es que esto es un venga sobreactuar, preciosa.
- ¿Pero a que te gusta?
- Me encanta. Tanto que igual mañana te lo vuelvo a pedir.
- ¿El qué?
- Pues sacarte a bailar, payaseta.