domingo, 20 de noviembre de 2016




NO PODÍA SER OTRA, ES IMPOSIBLE QUE HUBIERA DOS


Al llegar la madrugada y la lluvia dejar de caer, fue cuando la vi por primera vez. Al pronto supe que era ella, me di cuenta en seguida, no podía ser otra, sería imposible que hubiera dos. A esa hora, caían las últimas gotas del saledizo del porche, brillando en la luna escondida entre su pelo de noche.

Le dije algo que muy bien no recuerdo porque me miró como le mira el amor al olvido cuando se va. De pronto noté que yo había regresado sin haberme nunca marchado. Tal era su bondad, tal su belleza, tal su sonrisa. No podía ser otra, me di cuenta en seguida.

A lo largo de mi vida he sido atacado, incluso una vez disparado y otras seducido, hipnotizado y comercializado aunque no fue por ese orden. También me tomaron por tonto por haber callado... pero sin jamás haber otorgado, por eso quisiera que me tratases con cuidado.

Estoy tan cansado ¿sabes? pero de estar solo aunque, no temas, porque después de haberlo dado prácticamente todo, aún me queda mi mejor amor para dar, por eso quisiera que tampoco te fueras de mi lado. 

Ven, acércate, junta tu cuerpo al mío y soñemos un poco juntos. Y es que llegaron esos apacibles días en que ya no me perturba el aroma del éxito ni sé a qué saben o sabrán los desamores. Me di cuenta en seguida, no podías ser otra, eras tú, por eso... no te vayas de mi lado que tendré contigo el mejor de los cuidados.





sábado, 10 de septiembre de 2016




PENSAMIENTOS MÍOS 

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Hoy he vuelto a estar de acuerdo conmigo mismo en que nuestras sensaciones, incluso las más fuertes y deseadas, se desvanecen como por encanto si no estás encima de ellas, si no las cuidas. Del mismo modo, pienso también que la razón y el entendimiento ha de procurarse que vayan siempre de la mano, al unísono, delante del corazón, pero sin que mucho lo note.

Me he convencido que ese amor que una vez te trastocó, jamás valdrá la pena haberlo vivido, ni siquiera para enmendar posteriores errores, porque en el amor quien semejantes fallos comete, está muy próximo a volverlos a cometer.

Creo que nada reconforta más que la sonrisa de un hijo, y que nada hace venirte más arriba que esa especial y silenciosa mirada que él a veces te envía, envuelta en la mayor sintonía.

Nos damos cuenta que la vida pasa y también que quizás algunos amigos los tengamos a nuestro lado si gozamos de ese privilegio, pero que si no es así, que parezca que los tengamos cerca.

También me gustaría decir que aprendí a calibrar que no hay nada mejor que marcharse a dormir con la conciencia casi del todo tranquila, porque tranquila, lo que se dice totalmente tranquila, es difícil de lograr.

Aunque con el paso de los años, creo que lo más importante de todo será... el jamás sentirte solo, situación que lleva implícita, naturalmente, querer a alguien y que ese alguien tan querido, también mucho te quiera. Pero que te quiera de verdad, de verdad y de verdad, que eso se nota.
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Si esto es así, aun en los momentos de más honda melancolía, entonces a algunos la lluvia le parecerá sol, y a otros, entre los cuales me encuentro, la lluvia le parecerá más lluvia, afortunadamente.

 


martes, 9 de agosto de 2016


MEMORIES ARE MADE OF THIS


Si se toma el más fresco y tierno de los besos, se le añade una noche robada con algunas que otras estrellas de plata, una muchacha, un muchacho, y después un poco de tristeza o melancolía y algo de alegría, Mr. Martin nos dice que los recuerdos están hechos de esto. 

Pero tampoco hay que olvidar un rayo de luna doblado como si fuera un sueño, dos pares de labios y dos copas de vino porque los recuerdos están hechos de esto.


Como me viene a la memoria ahora, aquel paseo que dimos de madrugada con la brisa rodeándote la falda y el silencio de las calles empedradas solo alborotado por el son de tus pisadas. Y es que los recuerdos... los recuerdos también están hechos de esto.






sábado, 23 de julio de 2016




CLÁSICOS EN MENOS DE 6 MINUTOS
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El abuelo del abuelo de mi tatararatararabuelo materno tenía un amigo que se llamaba Carlos Perrault. Pues bien, un día, como esa noche no ponían nada en la tele, le contó una historia donde le decía que hubo una vez una princesita que, por una maldición de una bruja se pinchó con un huso envenenado. 
Bueno, pues menos mal que otra hada que pasaba por allí, y que esa era buena, la durmió durante 100 años, pero no para cambiarle el sueño, no, sino para neutralizarle el veneno que la bruja le había inoculado. Bien, pues pasaron algunos años más hasta que un día acertó a pasar por allí un príncipe que al informarse de su estado, se preguntó

- La verdad, demasiada siesta me parece para un adulto.

Así que, ni corto ni perezoso, atrayéndola hacia sí con infinita delicadeza, dejó entre sus delicados labios un beso tan lleno de amor que la princesita se preguntó...

- ¿Pero quién me ha dado ese beso de enamorado que me ha parecido de todos el mejor que me han dado?
- Pues fui yo, mi bien amada - respondióle el príncipe.
- Pues ya lo estás repitiendo príncipe mío, que el tuyo a poco me deja otra vez sin sentido.

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Entonces Un músico que por allí había, creyéndose todo lo que D. Charles le había contado a mi tararataratatabuelo, compuso este vals que quedó así de bonito.



jueves, 14 de julio de 2016



LAS FAROLAS DEL BULEVAR

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Aún recuerdo aquella noche cuando, al otro lado de la calle, sonaba una canción de esas tan nostálgicas y parisinas saliendo de una ventana. Mientras, el aire se teñía de ese tono tan amarillo con que alumbraban las farolas del bulevar ¿sabes...? Nunca más volví a verla - me dijo como si la añorara más que la quiso.

Yo diría que medio compungido. Bueno, quizás no sea esa la palabra, pero añorar sí que la añoraba ¿Pero por qué no iba a añorarla? A veces los amores añorados parecen los más bonitos quizás porque siga permaneciendo en nosotros esa duda


 - Se llamaba Françoise - siguió diciéndome - y era bella como un otoño en mitad de una primavera.
- Yo creo y no sé la razón - le dije - pero las francesas suelen ser  con frecuencia excesivamente valoradas. Parece como si hubiera en ellas algo de leyenda, de misterio, tanto en su forma de hablar como de amar y hasta de comportarse.
- Eso pasaba pero por usar siempre el patronímico. Entonces daba igual el lugar de donde fuese. Por ejemplo, imagínate que tú oías a alguien decir... ¿sabes que Ramiro está saliendo con una sueca? ¿Te has enterado que Pablo se ha liado con una portorriqueña? ¿Sabías que Carlos está viviendo con una brasileña? Ahora vuelve a imaginar pero a las tres chicas ¿a que ninguna te parece que baje del nueve?
- Pues sí...
- Sin embargo, las excepciones aparecen cuando no nos vamos tan lejos. Por ejemplo... ¿Te has enterado que Alfredo está saliendo con una chica de Zamora?
- Joderrrr... es que tú también...
- Bueno, pues en el caso de Françoise, te aseguro que el patronímico no le hacía ni falta. Igual daba, ella era otra cosa.



lunes, 11 de julio de 2016



NI MUCHO MENOS SOY EL MEJOR

A veces, cuando caminaba yendo de su barrio al de ella, aquel muchacho se preguntaba si era merecedor del cariño que su amada le demostraba. Por eso, sin recibir nada a cambio, él siempre pensó si fuera necesario, dar hasta la vida por dormir una noche en sus brazos.

Recordaba que una vez ella le dijo que no había soledad más bonita que la que se vive juntos, aunque en ese momento no se estuviera.





COSAS QUE SE ME OCURREN Y A VECES GUARDO


1.- Nunca le niegues a un hombre el derecho a ponerse tierno - le dijo una vez, aún no se sabe quién... a una sorda.

2.- Una noche de larga charla pausada, en la que mi amante y yo nos sincerábamos, ella me aseguró que jamás me había engañado con nadie.

- Pues no sabes el peso que me quitas de encima pues yo creía que...
- Además – me cortó rápida – te juro que de ahora en adelante no volveré a hacerlo.

3.- De verdad, de verdad te lo digo que no estoy segura si anoche llegamos a besarnos.

- ¿Pero cómo puedes dudar de eso, mujer?
- Ay, hijo, es que estaba todo tan oscuro...                  

4.- Desde luego tienes mucha razón que aquella anoche fue inolvidable pero... ¿quieres creer que ahora mismo no caigo de qué noche me hablas?

5.- Había llegado a la ciudad por la noche. Al día siguiente se levantó muy temprano y, siguiendo al dedillo las recomendaciones de una amiga, ocupó la mañana en visitar una ermita del siglo XIII, unos frescos de una pequeña colegiata que había por el centro, y finalmente un recoleto museo de cerámica.

Al atardecer, cruzado de piernas, se sentó a ver pasar la gente desde la terraza de un agradable Café, y fue a partir de entonces cuando empezó a pasárselo bien.

6.- Lo mejor de besarse en un cómodo sofá de esos de cuero, es acabar luego, rodando los dos por el suelo.

7.- Entrada la madrugada, a la vera del mar en un día de verano, sintió de pronto su cuerpo agradablemente relajado. Fue al escuchar su risa envuelta en papel de regalo.

Desde luego es que hay algunos que tienen una suerte...

8.- Lo más triste de aspirar tanto a ir al cielo, es que tus mejores amigos no se encuentren allí luego.




9.- Él siempre pensó sentarse en sus pestañas a horcajadas, para extasiarse con sus ojos así hasta la madrugada.

10.- Sigo queriendo tanto a aquel amigo de mi infancia, que no dejo de tenerle presente en mis oraciones. Y eso que yo nunca rezo.

11.- No es por presumir pero ¡qué precioso tengo hoy el ombligo! ¡Pero si cada vez lo tengo más redondito!

Y entonces, cuando más absorto aquel muchacho se lo miraba, llegó un tipo y le birló la novia. Pero no contento con eso,  volvió después y se llevó las pelusillas.

12.- No suele saberse muy bien qué cobardía es la mayor: Si la de plegarse siempre ante los fuertes, o la de por una sola una vez en la vida, envalentonarse con un débil. Yo desde luego no tengo dudas ¿y tú...?

13.- Nunca me sentí mejor que aquella vez en que, haciendo muy feliz a un amigo, ni él ni nadie se enteraron nunca de que fui yo el causante de aquella felicidad.

14.- Señor... si me lo permite, voy a matar al hombre que pervierte a su mujer hasta hacerla gozar como una perra.
- Te lo agradezco mucho, mi fiel Alberto, sabes que para eso, yo nunca tuve redaños.

Y el fidelísimo Alberto, lleno de pesares y remordimientos, entró en su habitación, cogió una pistola y se pegó un tiro.

15.- Siempre me molestó bastante ese aire de superioridad con que suelen tratarnos los franceses. Es que llegaron a compararnos hasta... ¡con los portugueses! ¿Pero qué les hemos hecho nosotros para que nos comparen nada menos que con los portugueses?

- ¡Ostrassssss...!

16.- Aquella noche me encontraba tan bien y tan receptivo, que me hubiera dejado besar en la boca a poco que ella se hubiese atrevido.




miércoles, 15 de junio de 2016



ESCENAS DE PELÍCULAS. LOS PUENTES

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Un manillar solo puede girarse una vez. Si lo dejas pasar, como ese último tren que sale, difícilmente podrás volverlo a girar.

Aquel día llovía como si hubieran enterrado a Zafra, y eso que allí, en Madison, nadie sabía quién era ese señor. El día estaba cada vez más oscuro y parecía tarde, y la tarde, noche.

Yo había dejado mi camioneta en la esquina, esperando que aparecieras porque no deseaba marcharme así, sin verte de nuevo aunque fuese la última vez. Por eso, en cuanto te vi salir de aquella tienda, me fui hacia el centro de la calle sin importarme nada ponerme como una sopa pues lo único que quería era volver a verte. 

Dentro de la camioneta, esperando a tu marido, se te veía desencajada y con la mirada triste. Pero yo lo estaba aún más, aunque procuraba con una leve sonrisa que no se notase. Y es que no quise aparentar tristeza alguna, aunque creo que no lo logré.

Cuando se puso tu furgoneta en marcha, os adelanté y luego quise aguantarla un poco para que, mientras el semáforo estuviera en rojo, se me ocurriera algo que solucionase aquella difícil situación, mientras le daba vueltas a la cadenita. Por cierto, allí sigue enredada, dentro de la camioneta, como se quedó desde entonces.

Bueno, pues allí parado, estuve lo que pude, incluso con el semáforo en verde, esperando que hicieses una locura ¡qué sé yo! como por ejemplo abrir de pronto la puerta, salir corriendo y escaparnos los dos rápidamente de Madison. Pero está visto que a veces me vienen cosas a la cabeza sin ningún sentido, porque eso a ti jamás se te habría ocurrido.

Nunca sabrás lo que me costó girar el volante hacia la carretera de la izquierda, ni lo triste que me quedé cuando enfilé mi camioneta hacia un lugar que no llevaba a ninguna parte, como así ha quedado demostrado después de estos largos años. Años en que sólo ahora he tenido el valor de enviarte esta carta.

Y es que nada puede ser más excitante que aquel amor prohibido al darnos cuenta ambos de que era, clandestino sí, pero el verdadero. Eso me dice también un amigo que tengo, cuando todas las mañanas, al levantarme, me mira a través del espejo.





martes, 7 de junio de 2016




UNA TAZA DE CAFÉ Y UN LIENZO

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Después de comer, Pablo pensó en llamar a Almudena para ver si le apetecía tomarse un café, aunque tenía sus dudas. Pero ella le dijo que sí, aunque arrancándole antes la promesa de pasar después por la galería donde una amiga suya exponía unos cuadros.

Cuando Almudena salió de casa, el sol pintaba de naranja los árboles del bulevar, dándole a la tarde esa envidiable apariencia de otoño. Era una de esas tardes que a Pablo tanto le gustaban, en la que una fresca brisa bajaba de la sierra y el parque se sonrojaba de tanto color, pues de lejos parecía la paleta de un pintor.

- ¿Te gusta la pintura, entonces? – le preguntó él.
- Psché… No puede decirse exactamente que sí ¿lo dices por lo de esta tarde? es más bien un compromiso, además sólo me gustan determinados cuadros.
- Es una forma de empezar ¿no?
- ¿De empezar? Pues tampoco tengo el menor interés en iniciarme, me gustan algunos y ahí acaba todo.
- ¿O es que quizás ya estás un poco de vuelta y sólo hablas de esos pocos que te llegan?
- No, ni hablar, aunque tampoco soy yo persona que le guste hablar mucho de pintura, entre otras cosas porque no tengo mucha idea, lo cual no quita para que me entusiasmen algunos cuadros que me parecen bellísimos.
- ¿Pues sabes lo que te digo? que haces muy bien.

Eso conversaban Pablo y Almudena, sentados frente a frente, en una de las mesas del Gran Café. Y como unos minutos antes él la había visto venir con su gabardina, caminando por el bulevar, y pararse ante la cristalera mirando hacia dentro a ver si lo localizaba, ahora no podía por menos que sorprenderse de nuevo con su belleza y con su inigualable atractivo.

Almudena llevaba el pelo aún revuelto por el aire que se había levantado y bajo la gabardina negra, asomaba una prenda de color rosa que resaltaba el moreno de sus marcados pómulos y esos ojos oscuros a veces tan tiernos, a veces tan duros. 

Se había puesto a llover y los goterones pegaban contra la cristalera con ese son tan rítmico y evocador. La tarde se alargaba y una dulce y hermosa nostalgia se pegaba a las paredes y mesas del Gran Café como si no quisiera marcharse jamás.

- ¿Sabes?
- Dime. Le dijo ella acercándose más de lo necesario como para escucharle cómodamente.
- Pues que hoy, no me preguntes por qué, pero te encuentro interesantemente atractiva.
- ¿Interesantemente?
- Sí, igual no te gusta el adverbio pero te aseguro que lo que pretendo es decirte lo cómodo que me encuentro tomando este café aquí contigo.
- A veces, Pablo… a veces...
- ¿A veces qué...?
- No, no te lo digo porque me da vergüenza.
- Le dijo Sharon Stone a Woody Allen.
- ¡Jajajaja!


Como una gasa violeta, la neblina flotaba pálida sobre la ciudad. Almudena y Pablo caminaban despacio por el bulevar nada más dejar la galería. El aire era fresco y al atravesar el parque, algunas hojas, bajo el peso de sus pisadas, sonaban como suenan los caparazones de algunos insectos cuando se les sentencia a muerte, se les pisa y luego se les mata.

Pablo venía agradablemente sorprendido por la simpatía y amabilidad con que la amiga de Almudena les había tratado. Ella caminaba feliz porque llevaba bajo el brazo el cuadro que su amiga Rosa, la pintora, le había regalado.

- ¿Tanto te agradaba ese cuadro?
- Es que le tengo un cariño especial.
- Me encanta el color y, desde luego, hay que reconocer que la modelo es preciosa.
- ¿Pero qué dices? si apenas se le ve la cara.
- Esas cosas se intuyen, Almudena, además, para tener ese cuello hay que ser muy bonita. Vosotras como no entendéis de mujeres…

Y Almudena, con una sonrisa de lado a lado, lo cogió del brazo, marcó bien los pasos y mirándole, le preguntó:

- Vamos a ver ¿cuéntame lo que entiendes tú de nosotras? 
- De vosotras entiendo bastantes cosas, pero de ti lo entiendo todo.

Y echándose a reír, continuó:

- Pero no me hagas mucho caso ahora porque soy muy mentiroso.
- ¿Sabes? Así de pronto me han entrado unas ganas irreprimibles de destaparlo y ponerme a mirarlo.
- Pues por mí… ya estás tardando.
- No, pero aquí no, necesito iluminarlo bien. Ven, crucemos. 

Cogiéndose de nuevo del brazo, aligeraron el paso y tomaron el camino de su casa. Nada más llegar, Almudena había dejado el cuadro sobre un caballete, orientándolo de tal forma que incidiera sobre él la luz de ese foco cenital que tanto le agradaba. Y mientras iban conversando, lo miraba de vez en cuando, tal era la fuerza con que la imagen de aquella excitante mujer se proyectaba sobre ella.

La mujer del cuadro se llamaba Andrea y, según le contó, era una modelo que conoció en vida y por la que, antes y más tras su trágico accidente, había comenzado a sentir una gran admiración. Tanta que pronto se dio cuenta de que, desde hacía ya tiempo, imitaba su forma de hablar, de mirar e incluso de comportarse.

Su admiración llegaba a tal extremo que hasta procuraba vestirse con los mismos colores con los que ella siempre se vistió. Colores que iban del púrpura al azul intenso, pasando por todos los tonos violáceos que tan bien combinaban con sus ojos.

Dejaron el cuadro, salieron a la terraza y Pablo comenzó a hablarle de que cada vez le costaba más escribir porque llevaba días en que no se le ocurría nada. Almudena le dijo que quizás ésa era una buena señal, porque a lo mejor lo que le pasaba era que ya no se conformaba con lo que escribía antes, que ahora quería ir más allá.

- A veces, viene bien un momento de espera.
- Tú siempre tan amable…
- No, creo que es la verdad, cuando te atascas en algo, pero en cualquier orden de la vida, nada hay mejor que distanciarte y buscar otra perspectiva. Entonces, cuando la encuentras nada hay más gratificante que darte cuenta de que todo comienza a fluir de nuevo ¿o acaso nunca te pasó esto alguna vez?
- Sí, alguna vez, sí…

Arriba, la luna, aunque hacía enormes esfuerzos para que no se le notara, sentía una envidia infinita de que aquel foco cenital, que tanto le gustaba a Almudena, no estuviese apagado y entonces fuera ella quien iluminase la bella imagen de Andrea.

- Anda, ven y siéntate a mi lado, que esta noche necesito tener a alguien muy cerca, que me cuente cosas pero que también me escuche ¿Sabes? Ahora mismo tengo la sensación de que… como si ese cuadro me acercara más a ti.
- ¿El cuadro? ¿acercarte a mí? ¿Y luego me dices que yo soy de los que no hay? Pues durante todos estos días yo no necesité ni cuadro ni nada, ya lo ves, esa es la diferencia - le dijo tomándola del cuello y girándola hacia él.
- Tú es que siempre me pareciste muy seguro...
- ¿Yo? Pero si ahora mismo no sé ni cómo manejarme, niña mía.
- Pero qué poca vergüenza tienes… Y no me digas niña mía que si no, la vamos a tener.
- No caerá esa breva. De verdad, te juro que durante toda la tarde fui de sorpresa en sorpresa. Empezando porque no sabía si ibas a querer tomarte esa taza de café conmigo…
- ¿Estás hablando en serio?

Entonces, ante la cara de incredulidad de Almudena, continuó...

- Siguiendo porque me ha impresionado ese amor que le tienes a ese cuadro, no te pegaba nada pero dice mucho de ti, y terminando porque ahora me siento como un indefenso pajarillo.

Almudena se reía observando la facilidad que Pablo tenía para pasar de la seriedad a la risa ¿o es que ese cambio quizás era debido a su timidez que se le quedaba en seguida en cueros por no saber si luego vendría el esplendor o el fracaso. 

Pablo observaba sus ojos, las cejas, la nariz y sus carnosos labios llenos de sensualidad. Se habían acercado tanto que ya no se podía hacerlo más ni era conveniente volver ahora atrás. Entonces, dando rienda suelta a lo que tantas y tantas veces había Pablo imaginado, se quedó corto al comprobar la calidez con que los labios de Almudena se pegaban a los suyos, inventando caricias que ninguno supo de donde salieron.

- ¿Sabes? – le dijo ella – te voy a ser muy sincera y me da igual lo que ocurra pero no me lo voy a callar, así lo siento. Y es… que nunca pensé que llegaríamos a esto.
- ¿Pero a qué hemos llegado? - le preguntó él, apretando su cabeza con una sola mano contra su pecho, como si fuera una pelota de baloncesto.
- Te había observado muchas veces pero nunca te imaginé así y me da miedo.
- ¿Imaginarme cómo? ¿Y miedo de qué, chiquilla?
- Me encanta cuando me dices chiquilla. Oye, imaginarte… es que no me vienen las palabras, Pablo, pensaba que con esa forma tan despreocupada que a veces tienes de comportarte pues...

Y dejó la frase en suspenso pero como si quisiera decir más que acabándola de decir.

- ¿Y lo del miedo?
- Pues porque cuando mejor comienzan a rodar las cosas, más se mira a todas partes como si temieras que todo de repente se fuese a trastocar ¿o a ti no te pasa?
- Pues no, además eso es complicarte la vida demasiado.

Con los minutos que pasaban y siempre bajo esa luz cenital del foco, la imagen del cuadro parecía cada vez más bella. Desde la misma cama, abrazándose las piernas con los brazos, Almudena admiraba aquel perfil que tan bien conocía, como si fuera el acicate con el que recordar el bonito rostro de Andrea. Pablo se quitó la camisa, se encendió un Ducados y se echó a su lado acomodándose y poniendo la cabeza en su regazo. Entonces ella se inclinó y lo besó en los labios.

Trepaba la madrugada como una ladrona subiendo por la fachada de aquel edificio donde había un cuadro con una imagen iluminada y una cama entre caricias desordenada. La pasión desnuda de dos amantes abrigados por el frenesí y el calor de unos cuerpos que parecían pegados.

Fue entonces cuando llegó el instante supremo en que ella lo sintió como el más hondo de los placeres, como se espera a alguien al que has estado deseando durante tanto tiempo, y en el que también él se adentró con el más contenido júbilo del que esperaba ser tan bien recibido. 

La noche fue una noche fascinante, de silencios sin tensiones, con caricias excitantes y sentidas convulsiones. En el cuadro, la imagen de Andrea siguió de perfil pero escapándosele una lágrima que por supuesto Pablo no vio. Solo Almudena pudo darse cuenta pero ya no le importó.

- ¿Te acuerdas de cuando éramos jóvenes?
- No me voy a acordar... si desde entonces solo pienso en ti.




martes, 31 de mayo de 2016




HABLANDO DE PELÍCULAS, Dr. ZHIVAGO

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Quizás no sea la mejor peli que yo haya visto nunca pero sí puedo asegurar que, sin duda, es la que más me gustó. Mi favorita.

Recuerdo que hace ya mucho tiempo, un buen amigo me preguntó que por qué me gustaba tanto aquella muchacha. Yo le contesté que no lo sabía, y en seguida él, apuntándome con el dedo, me dijo: Pues sí, sí que debe gustarte.

Y es que a veces… o no valen las explicaciones o no damos con ellas pero ahí quedan, en el subconsciente. Como cuando una canción nos gusta tanto o esa acuarela que vimos nos impresiona ¿Y aquella puesta de sol que nos maravilló? ¿Y ese párrafo que acabamos de leer, dándole un descansito al libro abierto sobre nuestro pecho, porque de pronto nos ha pellizcado y pensamos ¿Pero es que acaso no nos basta con eso? ¿Es que encima vamos a tener el cuajo de pretender explicarnos? 

De la música no voy a hablar porque la he puesto más abajo, y del precioso óvalo de Lara Antipova menos, porque algo que es tan evidente… no necesita palabras.

Boris Pasternak escribió la novela y Carlo Ponti compró sus derechos sugiriendo entonces, con la fuerza que da la razón, que la peli la hiciera Sofía Loren. Pero David Lean, el director de la peli, dijo que la Loren ni hablar, que era demasiado latina. Entonces David habló con su amigo John Ford y este le recomendó una sueca que ya había trabajado con él. Quedaron encantados. 

Así cualquiera - pienso yo - así se las ponían a Fernando VII. De un rubio finísimo, la que sería Lara Antipova tenía una mirada celeste, inocente y y perversa, apresada entre dos canicas de aguas turquesas.

Como la peli no pudo rodarse en Rusia pues allí estaba prohibida la novela por ser Pasternak un disidente, se buscaron exteriores por todo el mundo. Buscaron y rebuscaron hasta que por fin dieron con Sierra Nevada, Soria y Madrid ¡Narices tiene la cosa! con lo cerquita que estaban, si me lo hubiesen preguntado a mí...

Pero en fin, lo curioso fue que en el barrio de Canillejas, montaron un enorme mamotreto que simulaba esa avenida moscovita donde los revolucionarios se manifestaban contra Nicolás II cantando a grito abierto la Internacional ¿Y con ese sonsonete en el que algunos extras españoles echaron el resto, estando los sesenta casi mediados, saben ustedes quién vivía por entonces en El Pardo?

Más de tres horas de duración, imágenes mostrándose entre espejos, velas y ventanas, que miraban más que dialogaban ¡Qué bien hablaba Lara con los ojos y cómo se le entendía todo! ¿El amor de un hombre volcado sobre dos mujeres? No creo que fuera el caso. Entre Varikino y Yuriatin, cómo picaba espuelas Yuri para ir a ver a Lara, y luego cómo regresaba de lento y apesadumbrado. Era el amor prohibido, el clandestino, el espontáneo, el que le sacudía por dentro de arriba abajo.

Hasta que el devenir los unió en aquel palacete de témpanos y carámbanos. Hacía un frío que helaba. Pero él se levantó de madrugada y con la plumilla y el tintero que había en aquel escritorio de madera - no podía aguantarse más - le escribió un poema. Al amanecer Lara se despertó al notar que no estaba, se fue hacia la mesa, leyó aquellos versos emocionada. Entonces le dijo: Esa no soy yo, Yuri, eres tú.

Siento que a la imaginación le diera por parir ese final tan triste. Pero así a veces son algunas vidas, que de la inmensa belleza se desdobla la tristeza. Llevaban ya muchos años sin verse por andar cada uno en extremos opuestos del país. Hasta que un día Yuri, enfermo y viajando en un tranvía ¡Oh, por Dios! la vio caminando por la acera casi al mismo paso. Él la llamó golpeando una y otra vez el cristal, pero Lara no lo oyó. En la siguiente parada, se bajó rápidamente para alcanzarla pero le falló el corazón y cayó fulminado mientras Lara, sin haberse dado ni cuenta de lo que pasaba, siguió caminando hasta perderse doblando una esquina.








PENSAMIENTOS EN UNA BUHARDILLA

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Con la lluvia raspando los cristales y mientras me estaba fumando un Gitanes, me preguntaba si Henriette me atraía más como modelo que como amante.

Una buhardilla, la noche en el empedrado de las calles, una botella de vino, tomarla por el talle, algo de lluvia y comenzar de nuevo el baile. La dureza de sus ojos junto al lienzo, contrastaba con la bondad de su mirada en mi pensamiento.

El tiempo se va muy rápido ahora, dicen algunos, cuando tuvieron tanto entonces y lo vivieron tan mal y tan despacio.

Como pintor me gusta pintar y repintar hasta beberme los colores, sobre todo cuando invento alguno nuevo. Tengo una amiga que dice que, cuando se pone a pintar, se le olvidan sus amores e incluso que detrás de la tarde viene la noche.

- ¿Era tan bonita como decían - le pregunté. 
- Como una Venus de Milo.

Pero ella tenía sus brazos y además por detrás, con sus ojos, lo más bonito. Claro que lo que más le gustaba era pasear de madrugada, a las horas en que las pasiones descansan y se abrazan las almas.






viernes, 20 de mayo de 2016


UNA TARDE ESCRIBIENDO

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Nunca me siento más a gusto escribiendo que en las tardes de invierno cuando la lluvia chorrea sobre los tejados de los edificios y los árboles de la ciudad. Entonces, si la escuchas con atención parece como si quisiera darte conversación. Claro que eso es solamente lo que a mí me parece.
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Pues bien, mientras todas estas cosas pensaba, entrelacé mis manos, miré hacia el exterior del Café, crujieron mis nudillos y a continuación me puse a escribir de corrido como si alguien por encima de mi hombro me lo estuviera dictando.

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Sería poco más de las seis cuando nada más oírse unos truenos que se acercaban, comenzó a llover con fuerza, yo creo que hasta con mala leche. Fue justo en el momento en que Macadamia cruzaba por el parque con esa forma tan peculiar que siempre ella tuvo al andar. 

Bajo el amplio paraguas y embutida en su elegante gabardina negra, Macadamia caminaba con la parsimonia de quien pasea sin tener de inmediato una obligación a la que acudir. Entró en el Café, se sentó junto a la cristalera y, nada más sacar un cuadernillo del bolso, se puso a releer las notas que había ido tomando. 

Y es que Macadamia tenía ya esa reconfortante afición. Afición que le vino por esa forma de apreciar la manera y el modo de escribir con que algunos autores se expresaban. Así que, al principio sin darse mucha cuenta, poco a poco, pasito a paso se fue metiendo en ese fascinante mundo de la literatura aunque…

- De ninguna manera – se decía sonriendo pero con evidente respeto a alguien que una vez se lo había advertido – eso de escribir en serio ya son palabras mayores.

Macadamia tiene los ojos negros, y en las distancias cortas le brillan tan quietos que parece que te mires en ellos como en dos espejos gemelos. Macadamia tiene las nalgas como dos manzanas que cuando al caminar las mueve, las olas se le van detrás para ver lo que aprenden. A Macadamia, cuando escribe, le gustaría transmitir lo mismo que ella siente cuando lee las páginas de ese autor que tanto le gusta y que le es tan sugerente. 

La otra tarde, alguien me contó que Macadamia se ha enamorado ¿sabes? - me dijo - se ha enamorado despacio, con lentitud pero parece que profundamente y de dentro hacia afuera, porque las prisas ni son sabias ni buenas consejeras.

Macadamia guarda su amor en secreto con tanto celo que ni siquiera el culpable ha podido saberlo. En una noche de lujuria y sentimiento, por entre las gafas que tan misteriosas siempre lleva y mirándola de cerca… ¡me hubiera gustado tanto ver cómo sus ojos se transparentan!

Me agrada que Macadamia esté enamorada porque así deja la puerta abierta a un halo de mi esperanza. Esta noche quisiera escribirle algo pero no me atrevo, no quisiera estropear lo que siempre he sentido por ella. Con mi pensamiento revolcándose entre las miradas que dirige hacia donde sabe que no estoy yo, me es más difícil cada vez no prestar atención y como además no me apetece…

Macadamia guarda un beso para estampar y una caricia perdida en su pajar. A Macadamia, en las noches estrelladas de tanta paz serena, le riela el alma la luna las veces en que puedo admirar su belleza.

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Terminado mi escrito, cerré el cuaderno, me guardé el lapicero, encendí un cigarrillo y, mirando por el ventanal, me di cuenta de que ya había oscurecido. O sea, que aún quedaba la noche entera, buenas horas que me encantan, para que rayara el sol.




martes, 12 de abril de 2016



LA BOTELLA QUE CRUZABA EL FOSO

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Esa tarde, como todas las de aquellas dos semanas y nada más acabar mis clases, me iba corriendo hacia la barandilla del Puente del Cristo, para ver pasar de nuevo una botella que navegando, cabeceaba como un muñeco tentetieso orgullosa de no perder su verticalidad. 

La botella era una Africa Star Beer donde yo había metido una nota en la que declaraba mi especial sentimiento, tirándola después al foso desde el otro puente, el de arcos de la Carretera Nueva, una mañana de domingo.

La idea se me había ocurrido tras una conversación que unos cuantos amigos mantuvimos con Paco Latas, que era la persona que más sabía de corrientes en Ceuta. 

Pues bien, sentados en uno de los bancos de la Glorieta, Paco nos había contado que todos los años, con la primavera en sazón, se producía una corriente marina que, atravesando el Foso en dirección al puerto, giraba por el Muelle Alfau. Entonces, dándole la vuelta al Hacho, bordeaba el Sarchal y las finísimas arenas de la playa de La Peña hasta adentrarse de nuevo en el Foso y así, cíclicamente, durante los 14 días que duraba el prodigio.

Por eso, mientras se producía aquel fenómeno, en esas catorce tardes de primavera, acudía a la barandilla del Puente del Cristo para ver cómo navegaba aquella botella de África Star, cronometrando además cada vuelta que daba.

- Esta es la de las 19,45 más o menos – me decía.

Naturalmente, Sara ignoraba toda aquella historia, hasta que una tarde, a la salida de las clases y mientras charlábamos bajo la pérgola de los kioscos de la Plaza de los Reyes, sin que se diera cuenta, le puse una nota entre las páginas de su libro de matemáticas mientras la distraía con otras cosas como, por ejemplo, desenredarle, despaciosamente, ese bucle de su cabello que le caía siempre sobre el pecho.

Bueno, pues ya de noche, cuando Sara se disponía a hacer aquellos engorrosos problemas de matemáticas, al abrir el libro en su mesa de estudio, encontró allí la nota que yo le había dejado y que exactamente decía...

"Si quieres saber cuánto te quiero, hay por ahí un barquito velero, y si quieres saber cuánto te necesito, entre el Foso y el Hacho, sigue navegando el barquito "

- ¿Pero qué es esto? – se preguntó Sara nada más leer aquella nota mirándola del derecho y del revés - ¡Ay que se me ha vuelto majara este niño! - se dijo sorprendida por no tener ni idea de lo que quería decir ¡Pero mira qué es a veces enrevesado! Sin embargo... me gusta, oye, me gusta lo que me dice.

Al día siguiente, en vez de quedar en la baranda o bajo la pérgola de los kioscos como algunas veces hacíamos, quedamos en vernos en los jardincillos del Puente del Cristo.

- ¿Y eso...?
- ¿Tú no querías que te explicara lo de la nota? pues entonces no faltes. Ah, y sé puntual, por favor o la vamos a tener.
- ¡Huy qué miedo!

Así que a la hora convenida ya estábamos los dos, muy juntos, apoyados sobre la barandilla y ella asaeteándome a preguntas. 

- Pero... ¿te quieres esperar? no seas impaciente, mujer ¡Mira, ahí viene!
- ¿Pero qué es lo que viene?
- Ese barquito velero.

Y mirando hacia el foso, Sara vio cómo, efectivamente, una botella se acercaba insolente cabeceando a buen ritmo arrastrada por la corriente. Entonces le dije...

- Mira, ése es el barquito velero que lleva en sus entrañas una nota que explica la otra que yo te puse en el libro de matemáticas.

Entonces, en aquel callejón marino repintado de oscuridad y de plata donde la luna rielaba cuando unas misteriosas nubes de nuevo no la ocultaban, la botella pasó bajo el puente cabeceando sin pausa,

- ¿Y cuando vuelve a pasar?
- Pues hasta dentro de un buen rato.
- Vale, pero tú avísame con tiempo suficiente que voy a ver qué pone esa nota.
- ¿Pero estás loca? ¿Cómo vas a cogerla?
- ¿Pero qué quieres, que continúe así toda la vida y yo con este sinvivir? Jajajajaja
- Cuando cese la corriente, que por cierto acaba mañana, sabe Dios donde aparecerá, en cualquier lugar desde Algeciras a Estambul...
- Ya... para que pintes de azul sus largas noches de invierno, no te digo...


**************


La noche se había vuelto muy agradable, sentados en esos bancos de los jardincillos, Carlos y Sara, miraban hacia el cielo por la parte en que las dichosas nubes dejaban ver las estrellas. Algunas parecían hablar, otras permanecían calladas.

- ¿Sabes? Dentro de cuarenta o cincuenta años ¿tú que piensas? ¿estaremos juntos? ¿Quizás nos veamos de vez en cuando? ¿o no sabremos absolutamente nada el uno del otro hasta que, una vez inventados los feisbus, la casualidad haga que nos encontremos?

Pero Carlos parecía no prestar atención a lo que Sara le decía mirando ensimismado aquellas luminosas estrellas y pensando... ¿mira que si dentro de un tiempo me da por escribir sobre todo esto? Entonces se volvió hacia Sara y le dijo...

- Faltan unos diez minutos más o menos...
- ¿El qué? ¡Pero cómo no me has avisado antes, por Dios! - Le gritó saliendo a todo meter en dirección al Ángulo.

Hasta que pasados veinte minutos y viendo que no regresaba, Carlos se llegó hasta el espigón que separaba el foso de la playa de El Chorrillo y allí mismo, despojada de su uniforme, con una especie de camisola blanca que la luna acentuaba su blancor, Sara trataba de leer aquella nota, de arriba a abajo empapada y con todo su pelo rezumando agua. Entonces Carlos se dio cuenta de que nunca, nunca, pero absolutamente nunca, ni siquiera en imaginaciones, la había encontrado tan bella.

- ¿Pero qué has hecho, mi niña, cómo estás tan mojada?
- Pues que me he tirado justo cuando la botella pasaba, es que no quería perderme lo que le habías escrito a esa niña tan alocada. Toma la botella para tí que yo me llevaré a casa la nota para leerla más despacio allí.

Sin embargo, fue en ese momento, justo en ese instante cuando Carlos enredado entre las sábanas se despertó de aquel precioso sueño.

- Me ha gustado, mira – se dijo mientras miraba al techo poniendo sus manos por detrás de la nuca.



Tanto le había gustado que aún le parecía oír el rumor del foso. Hasta que al darse la vuelta para el lado de su mesilla de noche, advirtió que, encima de ella, una botella de Africa Star seguía despidiendo aquellos efluvios a luna marina y agua salada, estando Sara tan bellamente empapada, y abrazándola Carlos, fuerte, bajo la madrugada.