LA HISTORIA ES COMPLICADA, PERO LA MÚSICA... UNA PASADA
.
En tiempos de
Leónidas Brezhnev que - para los chicos y chicas un tanto jóvenes fue un ruso con
mucho poderío - el mejor director de música clásica de la Unión Soviética era un
tal Andrei Filipov que dirigía la célebre orquesta del Bolshoi.
Pues bien, un día el Sr. Filipov fue
requerido con urgencia por la autoridad competente para que expulsara a un grupo de sus
músicos simplemente por tener apellidos judíos. Entonces, como D. Andrei se negó, la autoridad competente no tuvo más remedio que disolver la orquesta pero condenando al director a seguir en el Teatro del
Bolshoi aunque como limpiador para todo.
Seguidamente, una noche el KGB apareció en
casa de la primera violín de la deshecha orquesta, para mandarla a un campo de concentración. Al percatarse de ello, la violinista dejó a su hijita de
meses con un vecino antes de que la pillaran con ella.
Esta niñita de nombre Anne Marí, fue mandada unos días
más tarde a Francia, y con el tiempo llegaría a consagrarse tan buena violinista como lo fue su madre que, sin
violín y a muchos grados bajo cero en aquel campo de concentración, no paró de
tocar el Concierto para violín y orquesta de Tchaikovsky.
Tanto fue así que la
llamaron la loca del violín. La pobre murió de frío pero su marido, unos meses después, tuvo una muerte aún peor, la de morirse de pena.
Pero, en fin, acabemos la historia...
Ocurrió que una tarde en que Andrei Filipov le sacaba brillo a los muebles de un despacho, vio cómo por fax el Chatelet de París invitaba a la Orquesta del Bolshoi a tocar en su teatro.
Lo demás ya es fácil de
imaginar. Andrei, con los viejos amigos que pudo ir reclutando, suplantó a la orquesta titular y
utilizando los pasajes enviados, se plantaron en la Ciudad de la Luz.
Pónganse los cascos, amplíen
la pantalla y disfruten con esta maravilla de música.
A veces, sin uno quererlo,
qué fácil es enamorarse de un rubio violín con los ojos verdes y con tanta sensibilidad y ternura.
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