UNA HISTORIA DE LAS QUE VAN QUEDANDO POCAS
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Cada mañana, en el acogedor
Café de Oriente, sito en la misma Plaza de Oriente de Madrid, entre expresos, tostadas y cruasanes calientes, se hace todos los días un simpas este
peculiar cliente.
Yo lo vi hace ya tiempo en unos meses en los que iba a desayunar por allí. Aunque igual entonces era su padre o su abuelo ¡quién sabe! que le enseñaron el oficio.
Pero en fin, desde luego era muy callado, a veces no decía ni pío pero, eso sí, se le veía muy buena gente. Recuerdo que un día, igual le caí simpático como también él me cayó a mí, me invitó a café. Se conoce que allí tenía crédito.
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Ahora que me acuerdo... en Cádiz también hay un Café en la Avenida, donde entran un par de pajarillos que se llegan hasta el fondo, están
allí unos segundos y salen para a los pocos minutos volver a entrar. Pero con esos, la verdad, nunca crucé palabra.
Me gustó tu historia y su final.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo, Tracy, creo que es una bonita historia.
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