jueves, 7 de noviembre de 2019

CADA VEZ ESTÁS MÁS GUAPA, MUJER.

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Me di cuenta que me había enamorado cuando supe que desconocía por qué me gustaba tanto. Pero de ella había oído hablar también tanto que, a pesar de eso, jamás pregunté si era rubia o morena, o tenía rojo el cabello.

Hasta que una noche, enredado en la madrugada de una fiesta de agosto, al pasear por el muelle, vi de cerca sus ojos fenicios, azules y verdes. Osé acercarme demasiado y olí el perfume de su cuerpo salino, entonces la abracé y sentí, como propios, sus más cercanos latidos. Fue al sentarnos, al borde del mar, en aquel noray de un amarre cualquiera, con la brisa entreabriendo su falda y un trozo de luna en su cuello de nácar.

Desde entonces me he dado cuenta de que me vuelve loco el salitre, pero también sus ojos cuando saben que no los miro porque entonces sé que me miran ellos. Me vuelve loco el salitre pero el que por la tarde, después de una mañana de playa, atrevido en su espalda ronea, cuando asoman sus andares que por ese muelle pasea. Y así, al arrullo de la brisa marina, con olas de belleza infinita, se me queda soñando el alma mientras dormida, suspira.

Nunca entendí ni quise jamás pegar un tiro al aire ni que cayera en la arena. Los tiros con tapones de corcho o con pistolas de agua buena, pero menos todavía hablando de ella con su cuerpo de cisne y su mirada serena. Siempre quise besar sus labios de mar y de arena y que muriera de celos la luna, pero también de pena.


viernes, 1 de noviembre de 2019


HISTORIA MUY BLANCA Y MUY BREVE

Recuerdo que en una Semana Santa de hace ya algunos años, cuando recogía a mi hijo de la guardería, charlando con su Seño, me dijo.
- No, no ha de hacer ninguna tarea, si acaso, como le gusta tanto pintar que haga algunos dibujos.
Entonces a la tarde siguiente, mientras yo leía y él jugaba con sus coches por el sofá, le pregunté...
- ¿Vas a pintar esta tarde?
- ¿Pintar qué, papá?
- Pues esos dibujos que tienes en el bloc, me dijo la Seño que estaría bien que pintaras uno cada día.
- Ah, los dibujos - se dio un golpe en la frente por haberlo olvidado.
Y en seguida se fue a su cuarto para volver con el bloc y un montón de lápices de colores. Se tumbó en el suelo y, sacando la lengua para que aquellas curvas le salieran lo más perfectas posibles, se enfrascó en la tarea.
Recuerdo también que yo había comenzado una novela con la que ya tenía serias dudas sobre si la iba a continuar o no, pues no terminaba de convencerme por no ser yo de los que se enganchan o les atrapa la historia que te cuentan sino más bien cómo te la cuentan. Al final todo se arregló y la pude continuar agradablemente.
A media tarde yo me había leído un par de capítulos y mi hijo estaba acabando ya el tercer dibujo.
- ¿Pero ya has acabado tres dibujos?
- Sí... me dijo con cierto aire triunfal.
- ¿Sabes lo que podemos hacer ahora?
- ¿El que, papá?
- Vamos a dar un paseo y me invitas a un helado.
- Jo, papá, pero te he dicho que yo no tengo dinero, que los que tienen dinero son los papás...
- Bueno, vamos a hacer entonces una cosa: Yo te presto el dinero y tú me invitas ¿vale?
- Vale.
Y después de pedir él los dos helados y pagarlos ante mi complicidad de sonrisas y guiños con la vendedora, nos fuimos a tomarlos en un banco de un parquecillo que por allí había. La tarde se había puesto muy bonita, tenía buena cara y se había perfumado hasta las entrañas. El sol se pintaba de naranja por encima del mar, casi en el horizonte, como si ya lo llamara a casa su mamá.
Entonces, mirando cómo se engullía mi hijo el helado, me di cuenta en seguida que no había persona en este mundo con la que yo me hubiera sentido aquella tarde más a gusto.





viernes, 27 de septiembre de 2019

SE LLAMABA CLARA... 

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Hubo un tiempo en que esas niñas de faldas tan deformadas por tanta sentada mansamariana, provocaban el alma de mis apetitos, hasta entonces en calma, alborotándolos por causa de esos oscuros y dilatados fruncidos, por donde más de una vez soñé con exhalar mis suspiros. Pero no hubo lugar, tuvo que ser pasados unos años, pocos, cuando se presentó la oportunidad.

Hubo un tiempo también en que empecé a sentirme otro, a ser hasta displicente en las formas, a querer estar con frecuencia solo, sin importarme la gente ni su decoro. Tiempo de verano en que al atardecer paseaba hasta la punta del muelle sin hacer caso a mis sentimientos, e importándome todavía menos si a veces escupía a barlovento.

De aquellas prácticas y pensamientos me quedó un rescoldo que a veces me viene bien entre gentes de natural sonoro, con la que no hay más remedio que hacerse el sordo. Tiempos de ignorancia y de pocos contrastes ¡qué monotonía y qué colección de disparates!

Pero qué bien los que luego vinieron y durante los cuales nunca vi la viga en el propio ni la paja en ajeno. Sólo hablaré del principio porque esos, los que luego vinieron, esos... me los guardo.

Ella se llamaba Clara, y vino a Madrid desde Ponferrada. Tenía la tez de una palidez extrema y sus ojos de una belleza obscena. Nos conocimos en Madrid, en la cola de ese pequeño cine que hace ya muchos años que no existe, el Azul, de la Gran Vía,
donde echaban una peli en que una mujer con los ojos como albercas, ahogaba en sus profundidades las pretensiones de un iluso que soñaba mecer en ella sus habilidades.

- Era buena la música y la chica qué guapa ¿verdad? - me dijo Clara.

Pero luego, mientras paseábamos, le respondí... bueno, no me atreví a decírselo solo lo pensé, pues nos acabábamos de conocer.

- Pues para eso no hacía falta concentrarse en la pantalla, sino que con mirar de reojo su perfil de Diosa romana, bastaba. 

Ella se llamaba Clara, y vino a Madrid desde Ponferrada.


jueves, 26 de septiembre de 2019


EL MUCHACHO QUE NO SABÍA LO QUE SE ECHA DE MENOS LO QUE NO SE VALORA CUANDO SE TIENE

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Pasados los años aquel muchacho regresó a la ciudad y la vio a través de la ventana del Cuchara de Plata, un lugar donde tantas veces, charlando, tomaron café. Ella estaba preciosa, tanto que no comprendía cómo pudo decirle adiós.

Parecía estar sola pero él sabía que aquello tenía remedio. Sería muy fácil. Y es que ella lo había querido tanto... Entonces se dijo: 

- Bastará con que me acerque y le hable dulcemente al oído recordando aquellos días pasados en los que me quiso con ese amor que siempre me decía que jamás moriría.


Y con esa confianza entró, se sentó a su lado y ella le preguntó que dónde había estado durante todo este tiempo, pues no supo nada desde que se fue. Pero por toda respuesta, él le contestó que era un buen momento para retomar las cosas y continuar justo en el punto en que lo habían dejado.

Fue entonces cuando muy despacio ella se levantó camino de la puerta mientras él, con una amarga gota de sorpresa y pánico en la garganta, la oyó que decía
- Sí, pero lo que ahora necesito, jamás ya podrás dármelo. Y eso a pesar de que te quise tanto.
                    

miércoles, 25 de septiembre de 2019

NO SON ESOS DÍAS

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En la postrera soledad de la parábola muerta
a mis amigos añoro en el bucle de la regresión perdida
antes sana, ahora herida
por la ilusión disfrazada 
ahora bonanza, luego tormenta
por las dudas de una mirada tuerta.
Jamás volverá la hoja en la rama o la quietud en el alma
o en la hoguera la llama, jamás
por tener los ojos cerrados 
con la llave de un pensamiento viciado
verde en los campos, pardos los tejados.


martes, 24 de septiembre de 2019

NAVEGANDO
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Atardecía cuando me invitó a dar una vuelta en su barquito.
- Pero, mujer, si yo no sé nada de navegar ni de marinería...
- Eso no importa, tú déjate llevar - me dijo - confía en mí, verás como hasta los colores te parecerán de otro confín.

Y me parecieron, y me dijo cosas que no imaginé que me diría, ni tampoco que jamás olvidaría. 
                          

Recuerdo que la mar estaba preciosa y nos cruzamos también con otras embarcaciones. La brisa entre fresca y salada, y sus ojos me miraron quietos cuando el sol se desmayaba.



APAPOSTIADA NO VIENE EN EL DRAE, D. MATÍAS
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- Oiga.
- Dígame D. Senén.
- No, nada, D. Matías, es respecto a lo que hablábamos antes...
- ¿Lo de las mujeres?
- Sí eso, es que lo que quería decirle...
- A ver, dígame.


- Pues que hay mujeres que alcanzan su mayor atractivo cuando se les queda esa cara de apapostiada tan...
- ¿Y cuál es esa cara si puede saberse?
- Pues si hay que decírselo, eso es que nunca la vio.
- O no me di cuenta o desconozco lo que esa palabrita quiere decir. A ver...
- Esa palabra no viene en el DRAE, D. Matías, es de la jerigonza que usábamos unos amigos de lejanos y felices recuerdos.
- Pues entonces si no me la explica usted...
- Mire el vídeo, ande, mírelo bien porque mucho tiene que ver con ese ligero bizqueo que a algunas mujeres, en  según qué momentos, ataca. No le digo ya si encima algo de ese bizqueo padecen
- Ya... no obstante en aquellos tiempos ¿usted sería algo enrevesadillo, no?
- Eso me dijo una vez ella, D. Matías, eso me dijo la muy ladina.