jueves, 4 de febrero de 2016




LLEGÓ LA LLUVIA

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Por fin ha empezado a llover esta tarde – es mentira, pero tú haz como si te lo creyeras, como hago yo - Lo ha hecho suavemente, pidiéndole permiso a la gente sin saber que el mío ya lo tiene de siempre.

En este momento la estoy viendo caer con dulzura, lagrimeando como esas lágrimas que aparecen y tanto gusta quitar con el dorso de los dedos sobre sus mejillas.
Cae, yo creo que hasta sin saberlo, sobre la marquesina y el amplio ventanal del Café de Zhivago donde ahora me encuentro.

Ha sido una sorpresa muy agradable, no me la esperaba, como tampoco se esperan a esos grandes amores que surgen de pronto, de sopetón. Una mirada, otra sonrisa, ese gesto cuando más desprevenido está uno y por ende con las defensas bajas. Lo digo porque hoy tampoco me traje el paraguas.

No me gusta escribir en los Cafés, me parece que es como un acto de incómoda pretensión, me agrada más darle un sorbo a la taza, mirar por la ventana, pensar y, si se me ocurre algo, tomar un apunte, una idea para luego desarrollarla en casa.

Oye... – es que de vez en cuando me hablo a mí mismo - ¡cómo me gusta esa mujer, la que está sentada allí en frente, junto al otro ventanal! Tiene las piernas cruzadas de una forma elegante y muy sugerente. En eso, como en casi todo, también hay que tener clase. Está mirando ahora hacia afuera ¿Le gustará la lluvia? ¿pero tanto como a mí?

Calla insensato. Me gusta su vestido azul, le hace juego con su rostro ¿Estará esperando a alguien? No parece ¿Y eso cómo lo sabes? - me pregunto rápidamente - Pues porque... ¿Porque qué? Pues... porque eso se nota en seguida. Estaría quizás más inquieta, habría mirado alguna vez el reloj, o dado algunos golpecitos con el cigarro sobre la mesa... pero nada de eso sucede, todo lo que irradia es dulzura y serenidad.

Veo que tampoco lleva paraguas. Acabamos de cruzarnos las miradas ¿será casualidad? Por mi parte desde luego que no lo ha sido, pero ahora que se han cruzado no voy a ser ya tan impulsivo ¿Qué es lo que piensa una mujer nada más cruzar la mirada con alguien que sabe que lleva rato mirándola? Me gustaría saberlo.

¿Pero qué es lo que mirará con esa disimulada insistencia? ¿le habré gustado? porque es la segunda vez que lo pillo, la primera fue por el espejo que hay en la columna. Ha sacado una especie de agenda y ha apuntado algo ¿Será un detective privado? ¡Qué emoción! Jajajajaja... Voy a hacer una cosa, lo voy a mirar fijamente y cuando me mire, me levanto y me voy hacia él, a ver cómo reacciona porque si ahora no lo hace... Claro que eso sería si yo me atreviera. Va, venga que me atrevo.

¡Joder! Se ha levantado y viene hacia mí, me mira fijamente... ¿Y si me pregunta que qué miro? No, no creo que se atreva.

- Por favor ¿Me pasas el periódico ése que está ahí doblado?
- ¿El períod... ah sí, por supuesto, toma.

¿Pero has visto cómo se ha girado para volver a su mesa? Esta tía tiene demasiado encanto ¿Y si la invito a tomar algo por ahí? A ver si va a resultar como la canción de Javier Krahe que nada más invitarla aparece a quien espera y... yo allí como un gilipooooollas. Va, que sea lo que Dios quiera. Muertos por mil, muertos por mil quinientos.

- Hola ¿sabes que sigue lloviendo?
- Ya veo - dijo con una sonrisa como para desatar las más estremecedoras tempestades.
- Lo digo porque si vamos a tomar algo por ahí, nos vamos a poner como una sopa ¿No te parece que es mejor que nos tomemos otro café aquí a ver si escampa?
- Pues chico, no me dejas alternativa - otra vez la sonrisa
- Vale, me parece bien, tomamos algo aquí, charlamos un poco y cuando escampe nos vamos ¿te parece?

Me dijo de acuerdo sin hablarme, con apenas un pequeño gesto. Nos tomamos otro café e íbamos a repetir cuando dejó casi de llover, unas gotas como blancas y negras brillaban en los cables eléctricos como si cantaran una canción. Habíamos charlado por los codos. Era curioso pero cuando salíamos del Café y la ayudaba a ponerse la gabardina, me pareció que la conocía de toda la vida.

El aire era fresquito pero agradable, las aceras brillaban reflejando las farolas del parque y entonces, yendo los dos al paso, la miré muy fijamente y ella bajó los ojos como pensando.

Será posible que no me haya reconocido? ¿Tanto he cambiado? Claro, es que hace ya tantos años...





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