jueves, 3 de diciembre de 2015





PINTURA, MÚSICA Y LITERATURA

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Cuentan que la Literatura se enamoró del Pintor, mientras del Compositor la Pintura hizo lo propio, dejando vía libre a la Música para que bebiera los vientos por el soñado Escritor.

Alguien me dijo también, mientras se tomaba el culín de un vaso de ron, que la Pintura tiene los ojos de azul ultramar cuando se disfraza de marina, sus caderas de sensualidad prendida cuando sestea de sueño retorcida, y una sonrisa esbozada entre una nebulosa de colores, sombras, transparencias y resplandores.

Sin embargo, a mí la que me provoca escalofríos cuando la miro es la Música ¿Se imaginan que un día me hiciera caso? Sería buena señal ¿no? Y es que siento algo especial por ella cuando la escucho muy atento llegar por el pasillo, viniendo del bulevar, con un Beethoven bajo el brazo, en una mano cuarto y mitad de Schubert y en la otra algo de Johannes Brahms.

Pero la literatura también me gusta, además tengo que decir que debe vivir por donde yo vivo pues recuerdo, hace ya unos cuantos años que, al pasar por la plaza, sonando las campanas del reloj, me llamó desde su balcón y, la muy bandida, cuando miraba se escondió. Quizás le daba vergüenza a la muchacha o quien sabe si a lo mejor estaba un poco de guasa.

En esto de los amores tengo también un amigo que debe estar loco de atar por ella, me refiero a la Pintura. Creo que desde entonces parece otra persona, pero para bien, está ahora más sereno, más feliz y se ha hecho más observador pues ahora se fija en cosas en las que antes seguro que no reparaba.

- ¿Pero seré yo capaz de atrapar en mi pupila todos esos pliegues que tiene la cama? – me dijo una mañana.

Yo no le contesté, no quería interrumpirlo, lo dejé hablar, estaba como en trance.

- Sí, pero... ¿y la inigualable belleza de la mujer dormida que parece soñar despierta? Me fijaré bien. Sí, sueños, collares, luces y parasoles. Oye, me gusta esa música que está sonando y ese chelo que parece que está llorando ¿o sólo lo parece? Yo creo que cuando no lo ven se echa una lagrimita ¿Cómo se llama?
- ¿Qué te importa el nombre? ¿Acaso vas a pintar un nombre? - le dije.
Por cierto ¿recuerdas el síndrome de Stendhal - me habló - por el que a muchas personas ganas de llorar le entran, nada más poner los pies en la bella Florencia? 
- Sí, claro que lo recuerdo.
- Debe ser verdad pues alguien en quien confío, por no ser un esteta disfrazado, me dijo que no le llegó a brotar esa lágrima pero que a punto estuvo. Claro que fue de placer.
- A mí me ocurre pero en esa frontera de arpegios y bellos azules, como el pelospunta ése del que tanto hablan los andaluces.
¿Y la luz de esa tarde? ¿Qué interruptor es el que hay que pulsar para encenderla? Me parece de una belleza obscena. 

Entonces yo le dije... 

- Mira ¿te acuerdas de aquella lámpara que tenía en casa y que no iba porque la creía fundida? Bueno, pues después de tanto pensar, esa misma noche lucía.

Pañuelos de seda, telas de transparencias bellas, la mirada en un libro, el soñar que se despierta, descalzos sus pies en la orilla salada de mi tierra. Silencio en la laguna quieta, aromas de romero en la tarde muerta.
En los espejos bucean los recuerdos por entre las miradas y luego la inmensa playa. La lectura de una carta, el abrir una ventana, la barca en el lago, el jarrón eyaculando en el remanso ¡Cómo brilla el mar bajo el sol y cuando se va, la luna! Y el bebé... ¿puede uno pintar una mayor ternura?  
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