martes, 3 de noviembre de 2015



ANTEAYER LLOVIÓ MUCHO POR AQUÍ


Aun así, vino bastante gente al Café. La verdad es que se estaba muy bien, el ambiente era cálido y agradaba ver, a través de los lagrimones de los cristales, cómo corrían unas muchachas bajo el aguacero, camino del colegio, con sus vistosas mochilas y sus chubasqueros.

Era la hora larga del desayuno. Esa hora larga en la que se lee el periódico, se tiene mucho tino para volcar poco a poco la aceitera sobre el pan tostado, mientras se oye el ruido de la cafetera como si fuese una locomotora a punto de partir. A mi lado tengo al viejo escritor, que sigue sin querer entregar sus escritos a su fallecido editor, tomándose unos picatostes con el café. Me gusta como huele el café del Café de Zhivago. Es un aroma que reconforta, que despierta, que te ayuda a caminar el día. 

Amadeus, el cerillero, me hace señas desde lejos enseñándome la carátula de un disco como si me preguntara si me parecía bien la elección, y yo le he levantado mi pulgar derecho poniendo cara de ilusión. La verdad es que desde esa distancia no lo distinguía muy bien, pero siempre confié en su buen gusto. Amadeus, en realidad, se llama Amadeo Gutiérrez, pero una tarde de primavera le puse Amadeus, al saber de su admiración por Mozart. 



Ahora que la he escuchado, pienso que hubiera preferido otra música. Para el momento... quizás algo más lento, un adagio, por ejemplo, pero Amadeus manda. El piano chopiniano me parece un buen acompañante para la lluvia, es más, un día en que hablaba con Federico, me dijo que muchas de sus composiciones estuvieron inspiradas por esa lluvia que caía. Y me decía... 

Cada gota una nota, cada dos atento a un si bemol y cada tres, por si me olvido, un fa o mejor un do sostenido. Dicen que la música algo tiene que ver con las matemáticas. Que me aspen, que se decía hace unos siglos, inquisidoramente hablando, si entiendo semejante comparanza.

Ya terminé de desayunar. Antes, alguna que otra vez, me echaba un cigarrito pero como ya dejé de fumar y además en los Cafés ya no se puede, pues me entretengo en mirar los dibujos que hace la lluvia desparramándose lentamente por el ventanal.

Hoy me gustaría escribir algo diferente pero no se me ocurre nada. Y es que a veces las musas me ponen los cuernos hasta con el lucero del alba. Voy a ver si me hago el dormido y entonces al pasar las pillo.   

2 comentarios:

  1. Lo que has escrito es precioso, así es que no te quejes.

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    1. Gracias Tracy, y con ese comentario todavía menos. De nuevo, gracias.

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