domingo, 1 de noviembre de 2015




LA PRIMERA VEZ


La primera vez que aspiré su olor, fue una mañana en que pasó tan cerca de mí que creo que dejó impregnada mi ropa. Y eso sin haberme rozado siquiera. Aquella fragancia, tan agradablemente fresca, hizo que mi imaginación se paseara por entre frondosos jardines, de esos que están abarrotados de rododendros y algunos jazmines.

La primera vez que escuché su voz – fue a la semana siguiente cuando volvió - se me coló en el alma en la manera en que ese dulce sosiego que a veces sentimos, tanto nos reconforta. Tan sólo pasaron segundos y aún hoy no sabría muy bien decirte si quedé más impresionado con su sonido o con las cuidadas pausas que hacía al expresarse. Todo eso me provocaba una gran serenidad y una agradable sensación de cercanía.

Pero la primera vez que pude admirar su belleza ¡cuánta emoción se agolpó entonces en mi pecho! Fue unos días después de que alguien me la presentara. Se llamaba Lucía ¡qué nombre tan bonito! 

Pues bien, aquella tarde fuimos a dar un paseo. Ella se cogió de mi brazo apreciando yo, como antes no me había ocurrido, el sonido que hacía la falda de su vestido al caminar tan cerca de mí. Entonces, como conocía muy bien aquel parque por haber ido muchas veces, me encaminé hacia el gran árbol que había cerca del templete donde los domingos tocaba allí una banda de música.

Al llegar, se oía el murmullo que hacían las hojas por encima de nuestras cabezas, entonces fue el momento en que me atreví a poner mis dedos sobre su cara recorriendo muy despacio sus pómulos, sus ojos, su frente, sus mejillas, y os puedo asegurar que nunca nada en el mundo me pareció tan bello. Sólo me faltó saber una cosa porque... no sé por qué, pero no quise preguntárselo, y es que... ¿de qué color serían sus ojos?



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