domingo, 27 de marzo de 2016



UN POCO DE HISTORIA CON UNA MÚSICA AD HOC 

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De todos es sabido que los Reyes Católicos tuvieron una nutrida camada compuesta por un hijo y cuatro hijas. Recuerdo que - a pesar de que entonces era yo muy chiquetillo – a una la casaron con dos (uno detrás de otro, no revueltos) reyes ingleses, a otras dos con uno portugués pero (también una después de la otra) Y en fin, la que se llamaba Juana, que es la que interesa, fue la que se hizo cargo del negocio de la familia.

Bueno, pues ésta, que una vez la pillaron con un embudo vuelto del revés en la cabeza, se casó con un alemán que se llamaba Felipe y que era como el Richard Gere pero con unos bucles rubios hermosísimos, tanto es así que le llamaron el hermoso. 

Lo malo fue que un día, después de jugar al pádel, bebió agua fría del frigo y murió. Claro que como entonces no había frigo a lo mejor fue por eso.

Más tarde tuvieron un hijo y luego un nieto que se llamaron Carlos y Felipe respectivamente. Bueno, pues estos pusieron tal ahínco en el negocio que se hicieron con el mercado, convirtiéndose en los dueños de casi todo el mundo saliendo en la Forbes y todo. Luego vinieron más nietos que, como lo tenían ya todo hecho y para no dar un palo al agua, pusieron unos tesoreros que le llevaran el negocio. 

Felipe III puso al Duque de Lerma y Felipe IV a uno que era conde y duque y se llamaba Olivares, inaugurando de esa forma el noble y sacrificado oficio de los Tesoreros del Reino.

Aunque lo cierto fue que todo comenzó cuando Rodrigo de Triana, el vigía de la Pinta, avistó tierra y dijo aquello tan famoso de ¡Tierra a la vistaaaaa! 

Bien pero... ¿Qué hubiera pasado si Rodrigo de Triana hubiese pensado que eso no podía ser, que las indias debían estar una mijita más arriba y que haciendo caso omiso a esa tierra vista, hubiera dicho?

- ¡Tierra a la vista!
- ¿Adonde? – le preguntaron desde abajo.
- ¡Allí pero más arriba, donde se ven a lo lejos esas casas tan altas!
- ¡Timonel, virando 5´38 grados a estribor, o sea, un poco más hacia la derecha y tirando pa donde dice Rodrigo!

Pues que entonces todo habría sido diferente: New York se llamaría Nuevo Jamón Dulce y a saber New Hampshire y Cincinatti. Con lo cual los anglosajones se habrían agenciado la parte que queda, o sea, el sur del continente, y entonces los tangos que se cantarían en inglés, se titularían: The day you love me o The Litle Cumparseichon.

Bueno, pues por hoy nada más, otro día si sigo mejorando de la pedrada que me dieron en la cabeza de pequeño, igual os cuento más de esta apasionante historia.





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