MACADAMIA
Sería poco más de las seis cuando, tras oírse unos truenos,
comenzó a llover, yo diría que hasta con mala leche. Pero Macadamia,
imperturbable a tan arisca intemperie, cruzó despacio por el parque, con esa
forma tan peculiar que tiene ella al andar. Bajo el amplio paraguas y enfundada
en su elegante gabardina negra, Macadamia caminaba con la parsimonia con que caminan las
panteras bajo un cielo keniata de estrellas.
.
Entró en el Café, se sentó junto a la cristalera y nada más
sacar un cuadernillo del bolso, se puso a releer las notas que había ido
tomando. La pobre ya tenía esa esclava afición. Y es que apreciaba tanto la
forma en que algunos autores se expresaban que, sin darse mucha cuenta, se
había ido metiendo en ese fascinante mundo de ponerse a escribir, sin saber
cómo, ni cuanto, ni porqué ¡Pero le atraía tanto!
.
Macadamia tiene los ojos negros y en las distancias cortas le
brillan tan quietos que parece que te mires en ellos como en dos espejos
gemelos. Macadamia tiene nalgas de manzana que cuando al caminar las mueve, la
arboleda se le va detrás para ver lo que aprende. A Macadamia, cuando escribe,
le gustaría transmitir lo que ella misma siente cuando lee las páginas de ese
autor que le es tan diferente.
.
Una madrugada, estando yo sentado en el banco de fuera, se me
acercó el poeta y me dijo.
- ¿Sabes que Macadamia se ha enamorado? Pero se ha enamorado de
dentro hacia afuera, como enamora al rocío la hierbabuena.
Macadamia guarda su amor en secreto con tanto celo que ni
siquiera su amado ha podido saberlo. En una noche de lujuria y sentimiento,
dejando esas gafas que tan misteriosas siempre lleva, mirándola bien de
cerca... ¡me hubiera gustado tanto saber lo que sus ojos se cuentan!
.
Sin duda que fue una agradable noticia saber que Macadamia
estaba enamorada porque así dejaba la puerta, al halo de mi esperanza, tan
tentadoramente abierta. A veces quisiera escribirle algo pero nunca me atrevo,
tal vez porque no quisiera estropear, con mi torpeza, lo que siempre he sentido
por ella.
.
Con mi pensamiento revolcándose entre las miradas que a
sabiendas siempre dirige hacia donde sabe que no estoy, me es más difícil
olvidarla. Macadamia guarda un beso para estampar y una caricia, junto a la
aguja perdida en su pajar.
.
Otro día en que Macadamia dejó el velador, en el que durante
toda la tarde estuvo escribiendo, para acudir un momento al tocador, no pude
ceder a la tentación de acercarme con discreción, leyendo a vuelapluma algo que
me gustó.
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