domingo, 22 de septiembre de 2019

CADA VÍDEO TIENE SU MÚSICA O SU LETRA
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Me gusta el invierno con su gorro de cielos encapotados, no tanto el verano con demasiado calor. Me agrada la primavera y me entusiasma el otoño con una estación de Vivaldi, y esa sonata de Valle Inclán.



¿Verdad que hay veces que cuando escuchamos una canción, inconscientemente le vamos poniendo letra? ¿A ti no te pasa? Pues a mí sí, y si es un vídeo musical, me da por escribir todo lo que voy observando e imaginando.

No sé por qué pero me ponen esa fotos de grisallas donde un solo color se destaca, como esta escena por la que discurre ese viejo tranvía color mandarina, o esa estación de trenes con sus mojados andenes, silbidos y nostalgias de encuentros y atardeceres.

Un hombre, en la borda del barco que acaba de zarpar, fija la vista en la espalda de una mujer que mira hacia las muelles donde una desdibujada figura le dijo adiós con la mano, y ella todavía lo piensa. Más allá, un barco de vela cruza la dársena al tiempo que la muchacha que se apoya en la proa, piensa que el verano ya se está yendo.

Cuando una mujer se tiende decúbito prono, suele doblar las piernas en angulo recto, elevando sus pies. A mí entonces me parecen dos cisnes discretos que empezaran a representar la ceremonia del cortejo.

Por cierto ¡qué bien le sienta el negro a la elegancia de la mujer que, con esa sofisticada pamela, le da un punto de glamour! La he llamado por teléfono y estaba comunicando, a saber con quien estaría hablando. Me gusta cuando se pone un sombrero de hombre y ella lo sabe, por eso cuando me quiere gustar se lo pone.

Un día me dijo que le parecía verme en todas partes: En el casino, en la playa, en el aeroclub... y a mí aquello me hizo venirme arriba ¡qué le vamos a hacer! simple que a veces es uno, pero me la sopla esta vez serlo.

Hace tanto tiempo que no voy a un cine de verano, pero cines de los de antes, no estos que salen en las pelis, que son para coches americanos, y chuletas con motos imitando a Marlon Brando.

Me fascina el color ¡cómo envidio las paletas de algunos pintores con esas impresionantes gamas de colores que los cuadros jamás podrán tener pues pasaron antes por la censura y el consenso, pero más por el propio que el ajeno.

Cómo me gusta admirar esas pinturas de calles mojadas, llenas de paraguas de Cherburgo donde brilla la luna y una lluvia demente repiquetea y a continuación los mece.

Cuando ya se había ido la tarde, aprovechando que pasábamos por una calle solitaria, al llegar a la misma esquina, se pegó a mí y me tomó por la cintura. Me dijo que era para no mojarse. Y como soy tan desconfiado, esta vez también la creí.


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