lunes, 23 de septiembre de 2019

LADY O´CALLAGHAN. LA PIANISTA DEL CAFÉ DE ZHIVAGO
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A Lady O´Callaghan, mientras toca su piano, le agrada sentir cómo se sinceran con ella los que solitarios o atados de pies y manos por la incomprensión, le hablan con tan infinita franqueza.

Y es que el piano de Lady O´Callaghan es el confesionario de todos los que allí se acercan a contarle sus tristezas y ella les pone de penitencia un chupito de ron y media copa de ginebra.


A Lady O´Callaghan le encanta el Café de Zhivago pero también la soledad a ratos. Vive sola en una casa grande y es en ella cuanto se transforma y mejor se inspira cantando su canción preferida, la que una vez compuso ensamblando trozos de conversación de todo lo que de él había escuchado. Tumbada en el sofá, o sentada junto al piano, repinta el aire de recuerdos, de los recuerdos de aquel día en que, detrás de la madrugada, él le confesó que la quería como ella era.

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A Lady O´Callaghan le sienta muy bien ese pelo del color del cava cuando se pone a burbujear, sus ojos verdes como el de las esmeraldas en la mina y esa boca que esboza el encanto de la imperfección más seductora cuando sonríe, sueña o suspira.


Aún no llega al par de años cuando, camino de casa, una noche él le dijo…
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- Jamás intentes cambiar por hacerme sentir bien, ni te impongas una nueva moda, ni siquiera pienses poner otro color en tus cabellos porque siempre serás mi pasión silenciosa aunque a veces no te lo parezca. Tampoco pienses en que deberíamos tener conversaciones más profundas, porque lo que yo deseo es hablar contigo ¿acaso te lo tengo que decir de nuevo? Te quiero exactamente como tú eres.


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