sábado, 14 de septiembre de 2019

SINFONÍA Y TELESCOPIO

.
- Yo tenía una casita en el Monte Hacho desde donde, en las noches estrelladas, sacando un pequeño telescopio que me había comprado en Zurita, miraba y remiraba el firmamento preguntándome si no serías tú una de esas.
- ¿De esas qué?
- Mujer... estrellas, como aquella de allí, la que más brilla, la más bonita. 

Recuerdo que la noche era muy tranquila, el olor a mar que venía del Estrecho trepaba por los acantilados. Fue en ese  momento cuando una música comenzó a sonar.



La música, como no se puede describir, tiene también de bueno que puedes imaginarte lo que quieras. Según me enteré más tarde, aquella música la había compuesto un señor que se llamaba Antonin y que tuvo que dejar sus Pragas y sus ríos Moldavas para marcharse muy lejos. Y allí, con la añoranza de sus pueblos y la esperanza de uno nuevo, nos regaló en menos de nueve meses, esta delicatessen.

Por eso ahora, parece que, aunque sin componer yo nunca nada, sintiera lo mismo añorando aquella casita que ya no existe pero, desde donde, más de una noche hablamos y miramos el mar contemplando las estrellas. Pero te fuiste, y no te volví a ver ni tuve nunca noticias tuyas, sin embargo sigo conservando mi telescopio, por si algún día regresas y miramos juntos las estrellas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario