domingo, 22 de septiembre de 2019

UNA NOCHE DE KENIA
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A ella le encantaba que le hablara muy quedamente, con su voz grave, mientras observaba su rostro iluminado por la fogata que él mismo avivaba moviendo sus brasas con un palo.



De vez en cuando, en las pequeñas pausas que tenía la conversación, ella escuchaba con atención el chisporroteo que hacía la leña al arder, aspirando su calor y su olor.

De pronto él le dijo que amando como siempre había amado la soledad que había elegido, le dio a entender que tampoco era algo que en estos momentos esa soledad le preocupara tanto. Ella le preguntó que cuál era la causa, y él le respondió que...

- No acostumbro a contestar lo que tan evidente parece.

Entonces ella, bajó la vista con tan leve sonrisa que fue solo la de sus ojos la que apareció. Pero él se dio cuenta y, aun así,  continuó atizando las brasas con el palo, aunque mirándola de vez en cuando.


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