miércoles, 18 de septiembre de 2019

HABLANDO DE UN TANGO
.

Como algunos de vosotros sabéis, fui un consumado virtuoso bailando tangos. Quizás por eso, pero con toda humildad, no se me escapan en la escena los evidentes recovecos literarios que pueden derivar de este baile.

Vamos a disfrutar con... "Por una cabeza", que es un cantar que compuso Carlos Gardel, antes de que el que les escribe naciera, y que aun no siendo un tango tan conocido por estos lares, sí que fue para mí uno de los preferidos.

Empieza diciendo la letra que, por falta de experiencia, por solamente una cabeza, un potrillo no llegó primero a la meta perdiendo la carrera por haberle aflojado alguien las riendas. Pero esto es solo una pura alegoría pues luego, con la aparición de una mujer, todo se complica.

- Por una cabeza todas las locuras, esa boca que besa borra la tristeza, calma la amargura, por una cabeza si ella me olvida ¿qué importa perderme mil veces la vida?



- Che, la idea que vos tenés como europeo de este baile, es que el protagonista debe ser un tío pelotudo ¿no? de estatura no muy alta pero tampoco chiquito, atlético, prieto de carnes y peludo, para aburrir de gomina su pelo negro y un estilo que sea un compendio de bravo, chulesco y altanero.
- ¿Y a la mujer ni siquiera la nombrás...?
- Recién iba a hacerlo. Pues aunque vos no lo pensás, me gusta la mujer que manda también en el baile, pues te da un puntito, que conoce la situación, que se deja arrastrar para luego aparecer marcando las pautas, que lo de antes era un juego, pues le basta un golpe de tobillo ¿viste? para separarle sus piernas.

Me agradó esa forma de bajar la escalera, calmosa pero decidida, con ese sonoro frufrú de su vestido y ese rostro de orgullo de no pedir nunca permiso. Tomó una copa de cava y dispuesta ocupó el centro de la sala. Se la veía capaz, con la cabeza muy bien amueblada y amueblado también donde pierde su nombre la espalda. Miró alrededor y tras despreciar a un individuo con un taconazo que hubiera firmado cualquier delantero de River, decidió bailar.

Cuando sonó la música, nunca escuché gemir mejor a un violín. La mano derecha del caballero que al inicio debería poner su palma paralela al suelo sin que apenas rozara el pulgar su espalda, hubiera sido el indicador de sus fantasías más soñadas. Y ella... de nueve y medio pues parece de mala educación, me lo dijo mi tío Andrés, eso de darle un diez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario