jueves, 12 de septiembre de 2019

SUCEDIÓ UNA VEZ y SEGUIRÁ SUCEDIENDO
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Esta es la historia de Clara, una niña que, rozando los catorce años, bebía los vientos por un compañero de su hermano, llamado Manuel y que andaba por los diecisiete.


Un viernes, finalizada la última clase, Clara salió escopeteada hacia su casa para ponerse unas medias, pintarse los ojos muy suaves para que no lo notara su madre, pero un poco más fuerte también, para que lo notase Manuel. Sin uniforme, el busto simulado y con aquella falda que le gustaba tanto, Clara se daba una vuelta por el Paseo para cruzarse con él antes de que muriera la tarde. Y se cruzaron.

- ¡Adiós, Clarita!

Pero ella apenas balbució un adiós porque esas timideces, aunque quisiera disimularlas, a la larga la delataban. Además... ¡qué poco le gustaba a ella eso de que la llamara Clarita!

Había llegado la primavera y la pregunta era ¿se fijará Manuel en ella pero de una manera seria? Algunas veces cuando sabía que iba a ver a su hermano, lo esperaba a la hora fijada, entre el pasillo y su cuarto para que cuando sonara el timbre fuese ella quien más cerca estuviera de la puerta.

- Hola, Clarita ¿está Jorge?
- No sé... voy a ver, pasa.
- Gracias, guapa.


Pero lo que más le fastidiaba a Clara no era que le dijese ese guapa tan cortés que nada le decía, sino los golpecitos que le daba en la cabeza como si acariciase una perrita. Entonces se iba al cuarto de baño, se examinaba ante el espejo y soñaba con lo que hubiera dado ella por tener la mitad de las tetas que tenía su hermana, aunque sólo fuera para salir los fines de semana.

- Huy, está lloviendo, pues cogeré el paraguas ¡Mira que si un día fuéramos los dos debajo!


Pero Manuel y su hermano acabaron el Preuniversitario, pasó el verano y empezado el nuevo curso, camino de clase, Clara miraba hacia el puerto viendo cómo el transbordador salía por la bocana, hacia las aguas abiertas del Estrecho pero con Manuel y su hermano dentro, camino ya de la Universidad ¡Y ella todavía en quinto de bachiller!

Ya sólo lo vería en vacaciones ¡qué tristeza! - pensaba saliendo de clase ese día - hasta que de pronto se le arregló un poco la vista. Y es que vio a Luís, el hermano pequeño de Manuel, que era de su mismo curso. Le gustaba cruzarse con él, le era muy simpático y además se parecía mucho a Manuel, se lo recordaba en todo, en sus gestos, en sus ojos y hasta en su manera de andar. Se cruzaron.

- ¡Adiós, Luisito!

Pero él apenas balbució un adiós porque esas timideces, aunque quisiera disimularlas, a la larga lo delataban. Además... ¡qué poco le gustaba eso de que le llamara Luisito!

Y esta es la historia de la pescadilla que se muerde la cola y que, con el transcurso de tantos años, ya no se sabe donde empezó una y donde iba a terminar la otra.


Sin embargo Clara, tumbada en su cama nada más llegar de clase, ya nunca olvidaría el momento en que aquel barco zarpó para cruzar el Estrecho, pero con su hermano y Manuel dentro.
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"Cuando un hombre ama a una mujer, no puede tener su mente en otra cosa que no sea ella"
Era un trozo de la letra de la canción que a Manuel le gustaba tanto.


La voz es de Percy Sledge, pero la foto es de Otis Redding, ese que cantaba sentado en el muelle de la bahía. Lo aclaro por si hay alguien del siglo XXI.

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