sábado, 10 de octubre de 2015

El TELESCOPIO


Yo tenía una casa pequeña pero confortable en la ladera del Monte Hacho desde donde algunas noches, con un viejo telescopio que compré en Zurita, miraba y remiraba el firmamento ¿A que lo recuerdas? Estoy seguro que sí, aunque hace ya tanto tiempo... Algunas veces al mirar más allá de la luna, contigo al lado, me preguntaba si no serías tú una de aquellas estrellas. Sí, la que más brilla, la que me da la vida, la más bonita.

Y aunque el olor a mar sigue trepando por los acantilados, ya no es lo mismo, ni aquella preciosa música que algunas veces ponía para protegerme de tu ausencia cuando te fuiste.

Era una música que compuso un señor que tuvo que dejar también sus Pragas y sus Moldavas, buscando un mundo nuevo. Entonces, cuando lo encontró, con la añoranza de su viejo pueblo y la esperanza del nuevo que lo acogió, Anton compuso esta bellísima sinfonía.

Por eso ahora, pero sin yo componer nada, parece como si sintiera lo mismo añorando aquellos momentos en que más de una noche, aromados por la fragancia del mar contemplábamos, junto a aquella casita, el firmamento.

Desde entonces nunca más volvimos a vernos ni tuve noticias tuyas aunque, como oro en paño, sigo guardando el telescopio por si el azar hace que un día regreses y volvamos a mirar, de nuevo, aquellas estrellas del cielo.




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