MIRADAS ESQUIVAS

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A veces cuando terminas de leer un libro, si al cabo de los días te acuerdas de poco o nada parece como si no hubiera habido con él la más mínima sintonía. Y todo eso después de haber pasado un par de tardes juntos, quizás unas noches, y él en tu mano recibiendo tu mirada.

Hasta que una tarde, en una conversación con alguien, recuerdas o resuelves una situación como consecuencia de aquellas lecturas que tenías por ahí desperdigadas. Bueno, pues algo similar le ocurrió a aquel muchacho con una muchacha o viceversa.

Se habían visto decenas de veces - es que la ciudad era más bien pequeña - en la cola de un cine, cruzándose al ir cada uno a sus obligaciones o al pasear por aquella costanera salpicada de palmeras, mirándose cuando uno de los dos no miraba y disimulando su presencia como si se ignoraran.

Hasta que un día, en una pequeña heladería que había frente al cine Apolo y que tenía un espejo tras la camarera... Bendita la luz que de pronto surgió al sostener ambos sus miradas, bendita la coincidencia que los hizo llegar tan puntual allí, bendito el espejo que consiguió lo que nunca pudieron ellos, mirarse con tan fuerte atracción, mientras ella se tomaba un helado de fresa y él otro de turrón.