sábado, 10 de octubre de 2015

UN PASEO DE MADRUGADA


Nada puede permanecer más en mi recuerdo - me contaba una vez el Búho - que el paseo de madrugada que di una vez con una mujer que nada más verla y en seguida conocerla, me pareció diferente.

¿Que por qué era diferente? Pues no lo sé - contestó a mi pregunta - pero a veces, sin apenas cambiar unas frases, uno se da cuenta que lo es. La forma en como te mira o, quizás, cómo suspira...Diferente por sentirme a su lado primerizo y, a la vez, muy cómodamente.

Fue mediado el otoño, había una reunión de amigos de la que yo era el único desconocido. Al bailar - me decía - apoyando su cabeza en mi hombro, me di cuenta en seguida que su peso era directamente proporcional a su afecto y confianza.

Cuando salimos de allí, la temperatura era muy agradable y las farolas alineadas sobre las calles empedradas, como si pidieran permiso, iluminaban con timidez la silueta que iba dibujando su sombra al andar. 

Algunos bares ya estaban cerrando con sus mesas y sillas agrupadas, pero entramos en uno a tomarnos un café. Después continuamos el paseo hasta que, bajando hacia el Sena, nos quedamos frente a frente mirándonos y sin saber qué decirnos, pero a ninguno de los dos nos importó ni dijo tampoco eso de... ha pasado un ángel.

La noche era preciosa como también el silencio que por las calles flotaba. Entonces quise hablarle de amor pero no me salió nada, vamos, ni siquiera un poquito ¡Me parecía ella tan bonita con aquel lindo vestido! 






No hay comentarios:

Publicar un comentario